Es 1960 y los nazis han conquistado Sudamérica. La capital de este imperio colonial es ni más ni menos que Osorno, rebautizada como Nueva Núremberg, ciudad que el todopoderoso Führer Adolf Hitler visita con frecuencia, dado que es un asiduo visitante de las termas de Aguas Calientes. Su paso por la ciudad es sólo una de las tramas en paralelo; los demás personajes conspiran, arman intrigas, alianzas, traiciones, experimentos genéticos, brutales matanzas y un inesperado final. Lo anterior es sólo parte del argumento de la última novela del periodista Carlos Basso.
Estamos ante una nueva ucronía donde los nazis ganan la Segunda Guerra Mundial. No la primera hecha en Chile (hay antologías donde se había coqueteado brevemente con esta idea), pero sí la primera novela. ¿Por qué la capital está en Osorno y no Buenos Aires o Santiago? No es sólo chovinismo de Basso por su ciudad natal, obedece a necesidades de la trama también. Por lo demás, la elección no está demás, y el autor nos adentra con gran detalle en una región de Chile rica no sólo en postales, sino también en historias fascinantes. Este libro viene a ser la culminación de varias de las obsesiones del periodista osornino (espías, nazis en Chile, arquitectura, símbolos esotéricos), que ha tratado tanto en libros de ficción como de no ficción.
La novela nos presenta a un Hitler reducido a un viejo decrépito, drogadicto y cascarrabias, al borde de la demencia senil. Un Führer cuya última decisión sensata es prepararse para el retiro y buscar un sucesor. Cuestión en torno a la cual giran buena parte de las intrigas de espionaje y conspiración. La decadencia y corrupción del régimen nazi -disimulada por su imponente y eficiente aparato militar- es desnudada hasta el hueso por Carlos Basso. Y es que mostrar a Hitler como un anciano ridículo y energúmeno ya es un lugar común a estas alturas tras décadas de sátiras y películas históricas. Desde Charlie Chaplin hasta Bruno Ganz, hemos visto representaciones tragicómicas del canciller austriaco.
Fuera de Hitler y su corte, otros personajes de la vida real, como Paul Schäfer y hasta Augusto Pinochet, también tienen un rol, pero secundario en esta historia. A diferencia de las ucronías de Baradit y Ortega, donde los protagónicos son personajes conocidos del mundo real (como Arturo Prat o Pinochet), Basso apuesta por construir sus propios personajes. No menos interesantes, por lo demás.
El autor hace gala de su conocimiento enciclopédico sobre el Tercer Reich y sus vínculos con América Latina (particularmente con nuestro país), y logra entremezclar todos los grandes clásicos de este tópico. Desde la Matanza del Seguro Obrero, pasando por el almirante Canaris y el barco Dresden, los experimentos con gemelos de Joseph Mengele, los experimentos para crear Uros, y hasta el ovni de Roswell, forman parte de la larga lista de historias conspiranoicas y freaks en torno a los nazis, y que Basso logra hilar en una delirante trama ucrónica.
Al igual que en Código Chile y Código América, Basso da cuenta de una gran habilidad para construir tramas de espionaje y suspense. Su experiencia investigando a la CIA, la KGB y los nazis en Chile no ha sido en vano (sino, es cosa de leer La conexión chilena o Chile Top Secret). Lo que lo lleva a ser especialmente descriptivo con las jerarquías de mando y estructuras de poder de su universo. Y al igual que en sus novelas anteriores, Basso también demuestra que las escenas de sexo no son su fuerte. Mientras Baradit y Ortega apuestan por un estilo hiperdescriptivo similar al de Murakami, el osornino deja más cosas a la imaginación.
Otra debilidad que repite son las largas peroratas informativas o de contexto. Si bien las novelas de corte histórico (incluso las de historia contrafactual o ucrónicas) tienen entre sus mayores atractivos el enseñar al lector lúdicamente aspectos desconocidos y fascinantes de la historia que no enseñan en el colegio (en una palabra, la cosa “freak”), Basso suele divagar durante capítulos enteros con recapitulaciones históricas, a ratos innecesarias, e intercaladas con breves y prescindibles diálogos. El equilibrio entre trama y lapsus históricos es algo que cuesta mantener, Dan Brown lo hace con destreza, al igual que la mítica serie Mira tú (2002), de la productora Aplaplac.
Para intercalar toda esta información, el autor juguetea con varias muletillas dignas del narrador reflexivo de Dune como “ah, por cierto”, “¿recuerdan?”, y “pero dejémonos de historias laterales y volvamos a…”. En Código Chile, Basso recurrió a un recurso menos excéntrico: una de las historias paralelas era la entrevista a un viejo (también nazi) que derivó en un largo monólogo donde pudo meter toda la información histórica que quiso, distribuida en distintos capítulos. Intercalando dichas divisiones con la narración en el tiempo presente.
Curiosamente, a pesar de estos largos paréntesis históricos, el Punto Jonbar nunca queda aclarado. En la jerga ucrónica, se llama “Punto Jonbar” al punto de divergencia entre nuestro mundo y la historia contrafactual, donde un acontecimiento crucial genera una línea de tiempo alternativa a la que conocemos. Dicho hito puede ser el asesinato del presidente Roosevelt (como en El Hombre en el castillo, de Philip K. Dick), o el éxito de la invasión alemana a Rusia (como en Patria, de Robert Harris). ¿Cómo hacer que los nazis ganen la Segunda Guerra Mundial? Es una pregunta que da para mil respuestas, pero Basso se limita a constatar (sin explicar por qué) que en su universo fracasó la invasión aliada a Normandía en 1944.
A más de alguno le sonará inverosímil que una potencia extranjera llegue a imponer su dominio, idioma, raza y cultura, y que con la colaboración de un sector importante de los poderes locales, redibuje a su pinta el mapa político. Lo cierto es que no es tan descabellado si pensamos que fue exactamente eso lo que pasó hace 500 años con la conquista española. España se transformó olímpicamente del reino más pobre de Europa occidental al imperio más grande del mundo. Mismo objetivo de Hitler con el Tercer Reich. De todos modos, ese es el gran secreto para volver verosímil la más fantásticas de las historias: descripción, detallada y argumentada. Y en el caso de las ucronías, eso se traduce en mucha información histórica, como ya hemos constatado.
El final es digno de Bastardos sin Gloria (Quentin Tarantino, 2009). Una ucronía nazi donde, literalmente queda la escoba. Sin ánimo de hacer spoilers, sólo puedo adelantarle que, si le gustan los finales tarantinescos, con mucha sangre y dinamita, éste le va a encantar.