Los Amores del Diablo en Alhué, de Justo Abel Rosales (1896)


Los amores del Diablo en Alhué es una obra que fue escrita a fines del siglo XIX. Pareciera que Justo Abel Rosales, el autor, escribiría una típica obra costumbrista de la época. Sin embargo, se aventuró a escribir un relato fantástico. Es muy significativo, pues es uno de los primeros trazos de la literatura fantástica chilena. De hecho, según mis registros, es la primera obra de literatura de fantasía en Chile. Si bien, este calificativo ya es habitualmente dado a muchas obras dentro de la literatura fantástica, debo mantener la idea de que es una de las primeras porque su narrativa y su intenciones son las de establecer una historia, una trama que se argumenta y acepta sus principios fantásticos. La razón por la cual digo esto es porque existen muchas investigaciones de destacados historiadores del género que ubican a las primeras obras de literatura fantástica ya sea en los albores o en el mediodía del decimonónico siglo. Se inscribe a Juan Egaña o a José Victorino Lastarria como iniciadores del género en nuestro país. Mas, en mi opinión, me sumo a Cedomil Goic así como a Bernardo Subercaseaux y considero las obras de Egaña Lastarria como alegorías políticas, que si bien se adornan con lo fantástico, su objetivo es otro. No es como 1984, de Orwell, cuya crítica política se realizaba por medio de la proyección de un orden futurista y controlador; sino que es más bien, como incluso el mismo Lastarria lo indica en sus cartas: una forma de utilizar métodos más eficientes, como la narrativa, para inculcar un discurso político. 

Pues bien, Rosales no establece un discurso político utilizando figuras alegóricas. Su obra, Los Amores del Diablo en Alhué (1896), es una trama por sí misma, y, siguiendo la tradición folklórica de fines del siglo XIX, revive una vieja leyenda que se origina en la pequeña localidad de Alhué, un rural paisaje con orígenes agrícolas y mineros.

La obra comienza con una carta en la cual se hace una referencia histórica de la leyenda, la cual fue conocida por muchos historiadores, entre ellos, Benjamín Vicuña Mackenna, quien realizó una pequeña investigación en 1884.
La leyenda se origina por el dictamen que se le da aun caso de «brujería» sucedido en Alhue, obteniéndose un análisis, investigación y sentencia por parte de un organismo jurídico. Ello significó una curiosidad dentro de la historia de la legislatura en Chile y que se terminó transformando en una leyenda, forma en la cual se presentó a los intelectuales a fines del siglo XIX.

Rosales inicia así la obra, introduciendo esta referencia histórica de la leyenda, pero, lo interesante, es que se dedica a revivirla a través del relato. Es la novelización de una vieja leyenda, por ello, ya tiene su propia identidad como narración y, con esto, se transforma en una obra de literatura fantástica por sí misma. Es por esto que le doy, a juicio personal y hasta el presente momento, el título de primera obra chilena de literatura de fantasía.

En la localidad de Alhué, un suizo, conocido por su nombre hispanizado, Santiago Barreta, lleva algunos años como dueño de un pequeño emprendimiento, el cual es visitado por un extraño, Faramalla, el cual suscita el misterio, curiosidad y alegría por medio de sus novedades, ya sea por el hecho de contar con grandes cantidades de oro para gastar en el negocio de Barreta, como también por las ingeniosas máquinas que muestra a la familia del suizo, quienes quedan intrigados por saber cuál es la identidad de este hombre que pareciera tener otra naturaleza.

Entre los caprichos de Faramalla, se destaca finalmente el deseo final: Faramalla quiere la mano de Dolores, una de las hijas de Santiago.

Juana, esposa de Santiago, teme, pues el extraño le suscita una incomodidad inexplicable, que la hace cada vez más reticente. Además, Siroco, ayudante de Faramalla, ha tenido un enredo con Petronila, sirviente de la familia del suizo. Este enredo amoroso de la sirvienta con el sirviente de Faramalla ha llevado la trama al mundo de la Fantasía.

Todo este asunto termina volviéndose más perjudicial para Santiago, puesto que Dolores fue víctima de un intento de abuso sexual, indicando que una voz muy parecida a la de su padre la había visitado por la noche y se había intentado acostar con ella, desapareciendo al instante al momento de aparecer su familia para socorrerla.

Esto provoca la sospecha de Juana sobre Santiago, quien se ve cada vez más aislado por su esposa y, en este punto, se produce el clímax de la historia.

La felicidad de esta familia se transforma en sufrimiento, vergüenza y desconcierto producto de la actividad de este ente malévolo, que Santiago aduce a Faramalla, pero que Dolores aduce a Santiago.

Al final de la obra, se nota ya el cansancio del autor y termina de forma abrupta, con la mención de que Santiago es apresado y llevado a juicio, al ser acusado por las autoridades, en base a lo dicho por su esposa, Juana. Bajo el cargo de haber abusado de su hija Dolores, Santiago es ejecutado. El juicio es real y está documentado, por este motivo, esta leyenda ha sido revisitada varias veces a lo largo de la historia.

En la obra, se indica que Santiago fue condenado por el Tribunal de la Inquisición y la Real Audiencia, y excomulgado. Luego fue quemado.

La desgracia continuó porque Juana, su esposa, murió de pena y lamentando la actitud que había tenido hacia su esposo, además de no haber podido soportar la muerte de Dolores, quien no había logrado superar la condena de su padre.

Pero el narrador nos entrega una frase aun más impactante:

Tal fue el fin de una familia digna de ser feliz, por sus virtudes y fortuna, y que, sin embargo, pereció en la más horrenda desgracia, siendo de ello principal causa: los celos de una mujer.

Como queda claro en este relato, la culpabilidad es atribuida a la mujer, juicio que es el propio del tribunal, que declara culpable a Santiago, pero indicando que el atenuante fueron los intensos celos de Juana.

Esta acusación se debe poner en contexto, ya que desde la literatura romántica (del Romaticismo), el amor y las mujeres son los núcleos de las tramas. Ya sea un amor imposible, ya sea un amor no correspondido, los sentimientos son el centro de lo literario. En este caso, Juana es indicada como la causante del problema, por sus celos; pero a lo largo de la lectura, quien lea con detenimiento, se dará cuenta de que el autor muestra a Juana como una protectora de su familia, que incluso en nuestros tiempos es una persona que intenta aislar al posible causante de los males, tanto a Faramalla como a Santiago. Sin embargo, la lectura de las últimas líneas, nos muestra este resultado. La muerte de su hija y de su esposa. Es un drama, pero la acusación de que los celos de Juana fueron los causantes resulta ser una voz que viene desde el siglo XVIII.
Si bien, los celos también se dan en el Chile actual, no está bien claro la alusión a esto durante el texto, sino más bien una protección de sus seres queridos. Durante el relato, algunas escenas nos entregan pistas de celos, pero en la mayoría, nos muestra a Juana como una intuitiva protectora y estabilizadora de la familia.

José Hernández Ibarra, 2019.

José Hernández Ibarra (1985) es profesor de historia y geografía, asesor histórico, investigador de la literatura fantástica chilena y articulista para LDP Magazine y ALCiFF. Fundó y administró el sitio Fantástica Chile y Fantástica sin Fronteras. Actualmente trabaja en la edición de su investigación sobre el género fantástico en Chile.

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