Era una tarde como son todas las del mes de Enero en Santiago. Bajo los árboles del jardín, Federico i yo, discutíamos frecuentemente sobre las fuerzas secretas de la Naturaleza i mui especialmente sobre magnetismo. Por mi parte, aunque he visto mucha jente séria e ilustrada creer en tales cosas, se me hacía siempre cuesta arriba aceptarlas aunque fuese en hipótesis. (1)
Estas son las primeras líneas de la novela más sorprendente escrita en Chile al final del siglo XIX y una de las primeras obras literarias escrita en español donde su contenido se enmarca en la temática de lo que denominamos «literatura de ciencia ficción«; su título, Desde Júpiter. Curioso viaje de un santiaguino magnetizado; su autor, el colchagüino Francisco Miralles (1835-1905?).
En esta novela se relatan las correrías de Carlos, un inquieto santiaguino que por medio del magnetismo llega a la extraordinaria civilización que existía en el planeta Júpiter y quien, a su arribo al gigante joviano, escribe:
Écheme a ver la ciudad en sus detalles, i observé que todas las manzanas dispuestas como están en Santiago, estaban construidas, sin embargo, de una manera que hacían algo como enormes i soberbias pirámide. Formaban las calles, anchas i pavimentadas como si fueses veredas, grandes casas, todas de igual altura i con magníficas azoteas, verdaderos pases aéreos donde traficaban multitudes de jentes, bajando a las calles inferiores por espaciosas escaleras.
Los acontecimientos que vive se inician cuando, acicateado por su curiosidad por explorar este mundo, pasa a ser parte del debate que, desde antes de su llegada, se estaba dando en los ámbitos científicos de Júpiter sobre el grado de civilización que tenían los moradores de la Tierra en comparación con su propia civilización. Para estudiar el fenómeno y obtener prueba de los hechos que permitieran su evaluación, utilizaban el Microscopio Indefinido, instrumento que les permitía ver hasta el más mínimo detalle de lo que sucedía en nuestro planeta y contrastar estos sucesos con su realidad histórica, evaluando con ello el número de años de evolución que los separaban. Por supuesto, el Microscopio Indefinido es apuntado hacia Sudamérica, donde captaba imágenes de Santiago de Chile, las que, proyectadas en la gran sala de la ciencia, permitía su observación en «una pared desnuda i estucada de blanco opaco i de grano fino como las más fina porcelana. El instrumento sacaba fotos de extraordinaria nitidez, las cuales eran analizadas por los científicos y proyectadas en la pared dispuesta para estos efectos».
Como era de esperar, los resultados son penosos para nuestra civilización: 389 años de retraso porque se tenía la costumbre de fumar; 145,7 años por estar divididos en reinos, pueblos y naciones; 145 años por no saber que con la energía del sol se puede generar electricidad y con ello no derrochar recursos naturales, y por último, «el utilizar pólvora para matarse unos a otros, corresponde a una época solo posterior a la del tabaco fumado: 344,7 años». Sin embargo, también se distinguen eventos que demuestran progreso en nuestra civilización y que nos permiten acortar la «brecha cultural», como por ejemplo, estar ya estudiando los sistemas de vuelo, con lo que se podrían restar 145 años de los ya acumulados por las otras variables.
El escritor que plantea estos lapidarios conceptos fue don Francisco Miralles, quien nació en Santa Cruz, Conchagua, Región del Libertador Bernardo O’Higgins, el 4 de octubre de 1837 (2). Lamentablemente, de sus primeros años de vida, así como de su familia, hay muy poca información; solo se tiene certeza de su enseñanza, ya que consta que después de avecindarse en Santiago recibe su educación en el Instituto Nacional, del que egresa para seguir la carrera de Ingeniería en la Universidad de Chile, donde obtiene su título en 1856. Su actividad profesional la ejerce en la Comisión Nacional de Geodesia y luego en la empresa de Ferrocarriles.
Prosista de fuste, no solo escribe novelas sino que realiza fuertes críticas a la clase política y la sociedad de su tiempo. Sus puntos de vistas sobre estos temas están presentes en Desde Júpiter, donde, al mencionar al Concejo de Estado, el Senado y los Diputados, señala que «ignorando que las fuerzas intelectuales no pueden ser sumadas, puesto que el intelecto y la idea no nace del número de los individuos reunidos, se han imaginado en la Tierra que si ninguno de ellos tiene inteligencia suficiente para un objeto, reunidos entre muchos pueden discurrir mejor. I es curiosísimo este fenómeno, desde que han tenido suficiente tiempo para cerciorarse por su propia experiencia, de lo que hace un hombre talentoso no puede hacerlo el infinito de los tontos reunidos; i sin embargo, tienen numerosísimos cuerpos legislativos, como si legislar fuese un hecho análogo a empujar una pared o levantar un pedrusco, acto en que se efectúa una suma real de fuerzas».
Pero no todo es crítica, también muestra en su novela su preocupación por las nuevas tecnologías que están naciendo en su tiempo como la locomoción aérea que en forma incipiente se empezaban a conocer en Chile y respecto de las cuales Francisco Miralles ya había causado impacto al invitar a las nuevas generaciones a preocuparse del tema en un largo artículo el 29 de noviembre de 1889 en diario El Ferrocarril. Nuevamente en Desde Júpiter señala su importancia al plantear un novedoso medio de transporte que los jovianos utilizaban: «Absorto estaba en esta contemplación que me distraía del objeto de mis meditaciones, cuando veo descender a mi lado un hombre que me pareció caído desde el alto de la atmósfera. Traía este hombre un aparato sumamente ligero i elemental en su construcción, i que dobló con gran rapidez, reduciendo su volumen a un objeto algo mayor que un paraguas cerrado en su funda. Con este mecanismo, había, al parecer, atravesado por el aire».
No obstante, donde Miralles demuestra un discernimiento científico sorprendente es cuando describe que Carlos, estando de visita en un laboratorio, un profesor que lo acompaña le demuestra como «al ir quitándole calor a los objetos» estos disminuyen en tamaño hasta transformarse en cuerpos microscópicos. «El profesor señala; ya lo veis, repito, a lo que se reducido todo por la extracción continua de calor; i es evidente que si se continua por el mismo camino, llegará a desaparecer de nuestra vista. Imaginad que igual cosa se haga con el universo entero i que se le extraiga calor indefinidamente; es claro, que llegará un momento en el que el gran todo se habrá reducido a una partícula invisible. Esta partícula primitiva un día fue creada por el Padre, antes que se hubiera creado el calor i con él la luz i sus demás formas, i de esa partícula primitiva, en su expansión infinita, salió el universo visible, infinito, merced a la creación de aquellos elementos» (3).
Sin duda, una novela que por las ideas esbozadas por los habitantes de Júpiter, por las técnicas que se señalan o por temas de futuro, no desmerecen ante las actuales novelas de ciencia ficción.
Sin embargo, Francisco Miralles no solo se desenvolvió como un aventajado escritor. Fue, además, un adelantado innovador por sus propuestas tecnológicas; como ejemplo, en 1874 hizo publicar su descubrimiento de cómo producir agua potable a partir del agua del mar a un precio más bajo que aquel que producían las máquinas destiladoras de ese tiempo. También en Desde Júpiter, siendo una idea muy novedosa para la época, señala la utilización masiva del aluminio en las viviendas y mobiliario (4). Igualmente, fue innovador en las artes pictóricas, ya que en sus artículos sobre la «Teoría de los colores«, al plantear novedosas ideas sobre el cómo pintar; fue además inventor de un sistema de retratos al óleo, área donde destacó como un notable retratista no solo de pincel sino también en el manejo de la pluma. Otra área donde también fue un pionero es en la fotografía, arte recién llegado a Chile en esa época.
Esta prolífica vida de visionario e innovador se cierra con su propuesta descrita en su última obra literaria, la cual es un interesante y comprometido ensayo sobre las técnicas de vuelo que tituló La Locomoción Aérea (5), en la cual, analizando la forma del perfil alar de las aves, ve en ese detalle la posibilidad del vuelo mucho más eficiente que los dirigibles tan populares a principios del siglo XIX.
Francisco Miralles, ingeniero, pintor, escritor, fotógrafo, ensayista, hábil y sarcástico periodista, fue un hombre de cualidades deslumbrantes que dieron pie a una vida original y llena de originales creaciones. Fue un hombre de espíritu recto y cultivado, acreedor de reconocimiento público y en quien las actuales generaciones deberían tener un ejemplo de vida que conocer e imitar.
FICHA TÉCNICA DE LA OBRA:
Título: Desde Júpiter. Curioso viaje de un santiaguino magnetizado.Segunda edición: 1886, Imprenta Cervantes. 333 pp.
Autor: Francisco Miralles.
NOTAS:
1. Para mayor fidelidad con la obra de Miralles, cuando se transcriba algún párrafo de su relato se utilizará la ortografía original de la época.
2. Del Diccionario Biográfico de Chile, de Pedro Pablo Figueroa, Cuarta Edición.
3. En 1948, el físico George Gamov, planteó que el universo se creó a partir de una gran explosión (Big Bang). Ingenios espaciales puestos en órbita han conseguido «oír» los vestigios de esta gigantesca explosión primigenia.
4. Recién el año 1889, Karl Bayer patentó un procedimiento para extraer la alúmina del óxido de aluminio a partir de la bauxita.
5. Locomoción Aérea. Editado por: Imprenta Cervantes. Santiago de Chile, 1889.
Roberto Pliscoff Vásquez nace en Talca, en junio de 1944, es casado y tiene dos hijos, un nieto y una nieta. Por la profesión y actividades de sus padres desde niño estuvo rodeado de un ambiente en donde la cultura. Revistas chilenas como El Peneca y El Okey, además de cómics mexicanos, le permitieron conocer las primeras historias gráficas de CF. En la estación de trenes de Chillan en el invierno de 1957, ve un pequeño libro con una atractiva portada: El camino sin fin, de Clark Carrados (Colección Espacio, editorial Toray, 1956), y la pasión por la CF se desató. Con los años, las inquietudes intelectuales se complejizan, los autores consagrados como Ray Bradbury, Isaac Asimov, Michael Moorcock, Brian Aldiss, y Robert Silverberg, fueron planteando el futuro de la humanidad en distintos modelos de sociedad, logrando con ello respuestas no solo para el ser humano, sino cómo serían las sociedades que se establecerían. Pero no solo la lectura fue el atractivo para conocer el mundo de la CF, sino el atesoramiento de las obras que se publicaban sobre el tema en idioma español, llegando a tener hoy una biblioteca de más de 2.000 textos sobre el tema, donde se destacan las más de 200 obras de escritores chilenos, donde la primera es del año 1826, y muchos de estos textos son ejemplares únicos.