Wilbert Gallegos
(Chillán, 1983)
“Y pensar que para un sector anclado en lo clásico, a este tipo de literatura la llaman: literatura basura”. Era lo que me decía mi profesora Berta López Morales, reconocida crítica literaria y académica, una de mis mentoras, cuando para una pregunta teórica en su asignatura de “Comentario de Texto literario” yo le respondía, haciendo una analogía por medio de Isaac Asimov. Su gesto al decirlo denotaba ironía, para remachar y decir sonriendo: “Y no saben que es el futuro de la literatura”. Y reí porque alguien me entendía. Eran los años universitarios.
Pero rebobinemos.
Nací en un ambiente en que lo fantástico impregna las tradiciones y la oralidad. Ñuble y Chillán son tierras bien pintorescas. Con un acervo criollo bien definido y aún, una marcada vida rural dónde el sincretismo entre sabiduría indígena (cuya etiqueta como tal está en plena recuperación) confluye con la emancipación española, haciendo de estas antiguas tierras, una zona no muy diferente a Chiloé en cuánto a que se respira constantemente el realismo mágico, como una forma de vida cotidiana. Las reuniones familiares se tornan en historias y epifanías con lo extraño, de una forma tan natural que es parte de muchos hogares, aún hoy. Por lo que nacer aquí ya te hace relacionarte con ese mundo desde muy pequeño. Para un observador externo y objetivo, es la literatura fantástica… para quién rescata las tradiciones chilenas, es el relato folclórico oral, sino que le digan lo contrario a Oreste Plath que nos rescató desde ese frente en sus libros.
La naturalidad de la epifanía creativa, lo contemplativo, nuestras continuas tragedias masivas y la añoranza ucrónica que nos enrostra el ser custodios de la historia y de la cultura del Chile central, permite que las letras, entre otras artes, fluyan aún a pesar de las dificultades contradictorias que ha presentado nuestro territorio, siempre. En Ñuble fluye la cultura, pero no existen los espacios adecuados para presentarla, hasta hace muy poco. La melancolía ha inclinado la balanza en la literatura hacia el estrado de la poesía, que con justicia, ha sustraído la atención de la gran mayoría de las organizaciones literarias o experiencias literarias que han existido. En el terreno de la narrativa se ha dado el efecto inverso y en la fantástica, el proceso, ha sido decimalmente superior a cero en porcentaje.
Soy un representante de ese factor anacrónico en mi región. Emergido de la oralidad fantástica, buscando el correlato en lo escrito. Amplificado por Julio Verne en mi tierna infancia, Quiroga, Cortázar, Borges, Asimov, Clarke y Tolkien, en la adolescencia. En paralelo, impresionado por el cómix europeo y sus delirios, Star Trek, Robotech y cuanta serie en consonancia con la ciencia ficción que pude ver. Aún sin recursos, lo más barato y accesible fue comprar revistas ufológicas para darles una lectura ficcional a la mitología que proveían, que durarían hasta que pude hacer un trueque de ellas por mi primera colección de cómics de superhéroes: Crisis en las tierras infinitas. La paradoja se presentó cuando tras el colegio y cuando podía con timidez comprar libros, fui testigo del lamentable declive de las librerías de mi ciudad. Al menos, antes del apagón que duró años, logré capturar algunos libros en saldo.
En los años oscuros fue la biblioteca de la universidad quién no me hizo naufragar. Hurgando entre mis profesores de aquel tiempo surgió tímidamente el nombre de Hugo Correa, pero libros de él eran inexistentes en mi entorno. Surgió una nota mental al respecto. Paralelo a esto nunca terminé de bocetar ideas y conceptos expresados desde que tenía cinco años. Estos fueron los años que me sirvieron para experimentar con formas de narración en internet… pero alejadas de las webs de referencia que ustedes puedan conocer. Esta época también me permitió conocer algunos amigos que aún tengo, hasta hoy. Emergieron estrellas fugaces entre mis escritos, nacidas por la pura diversión de escribir. Culmina el periodo con la analogía de El Hobbit: llegó el momento en que me nació la necesidad de alejarme físicamente de La Comarca para explorar el movimiento que existe en la literatura fantástica nacional.
Noté que hacia afuera existía un contexto (productivo, social y educacional del Chile actual), pero no una estación de llegada. Por lo anterior, ALCiFF, en sí misma, son ondas en el agua de una piedra lanzada por mí, ante la eventualidad de encontrarme en una situación en que no existían iniciativas auxiliares; de algo que aglutinase a una comunidad versátil de aficionados, en nuestros días. Un “lugar” en que gente de todo ámbito que aman literaturas de lo insólito, pudieran dedicarse a lo que les gusta, confluyendo juntos hacia metas de desarrollo formal de estas literaturas. Con la suficiente humildad grupal de reconocerse deudores de toda una tradición. Con la suficiente perspectiva conciliadora para que permanezca por mucho tiempo y que personas puedan llegar a ella, desde el lugar que sea, sin tener que tocar puertas, a diferencia de mí. Esa es mi expectativa con ella, materializada solamente porque he tenido la oportunidad de conocer a increíbles personas, a las amistades que comparten la necesidad de que exista la asociación.
“Estas literaturas ya no son el futuro, son el ahora”: fueron las palabras que coincidimos con mi querida profesora Berta, cuando me reencontré con ella en Enero recién pasado. Me recordó como le fomenté que leyese a Philip K. Dick y a Jorge Baradit hace años. Me preguntó por mis aventuras, le conté en qué va mi desarrollo creativo y también le hablé de la próxima reunión que tendría con el resto de amigos y amigas que conformarían lo que es la directiva del grupo, en la actualidad. Sonrió como aquella otra vez y me dijo: “sé persistente, el camino será duro”. Asentí.
Queda mucho camino aún por recorrer.
Y el hobbit que hay en mí, aún con todo, sigue pensando en su Comarca. Quién sabe y tal vez, ALCiFF también sea un faro, para que personas de Ñuble amantes de lo fantástico, se asomen y digan: “estoy aquí y digo: presente”. Para que los ñublensinos formemos una comunidad al respecto y se apoye a la vertiente narrativa. Ese es mi otro deseo.
Son parte de las semillas que sembramos, cada día.
En un libro con capítulos escritos, por cada integrante de la asociación.
