De encuentros, diversidad y ciencia ficción, por Cristóbal Villegas de la Cuadra

Reconocer al otro, a la vez, como diferente y como igual, como diverso y como actor de un diálogo, es más un desafío que una constatación.
Alejandro Grimson (2001)

Este texto busca hacer una reflexión en torno a la diversidad cultural a partir de la ciencia ficción. Si bien me remitiré a analizar el contexto chileno, las obras a las cuales haré mención pertenecen a autores de distintos lugares (1). Finalmente, pretendo demostrar la importancia de la ciencia ficción como género que nos ayude a comprender nuestra historia, identidad y respeto por el otro.

La Historia de Chile se ha constituido a partir de numerosos encuentros, encuentros marcados por relaciones de dominación, exterminio, pero también de diálogos. Esta situación la podemos ver reflejada en las campañas de expansión territorial del Estado chileno hacia el norte y el sur, y la relación que estableció hasta el día de hoy con pueblos indígenas como los Aymara y Mapuche.

Si durante el siglo XX se pretendía construir una identidad nacional, una forma específica de representarse y sentirse chileno, hoy en día observamos cómo distintos grupos emergen con sus identidades, reclamando su derecho a expresarse como tales, a su historia y al respeto. Los pueblos indígenas que mencionamos anteriormente son uno de los grupos que han puesto en entredicho la idea de la monoculturalidad y modernidad del Estado chileno, pero también otros grupos como aquellos pertenecientes a colectivos LGBT, migrantes que han llegado en los últimos años y también aquellos que forman comunidades en torno a intereses en común, importando elementos culturales de otras latitudes como los grupos “otaku”.

En la literatura de ciencia ficción los encuentros entre distintas culturas o especies son un tema recurrente del género, siendo un caso continuo el contacto con extraterrestres. En algunos casos se presenta una relación violenta entre humanos e invasores alienígenas, lo cual vemos reflejado en obras como La Guerra de los Mundos, de H.G Wells, Tropas del Espacio, de Robert Heinlein, algunas de las Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, El Juego de Ender, de Orson Scott Card o El Eternauta, de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López.

En estas obras nuestras relaciones con un otro, en este caso extraterrestres, están imbuidas de un desconocimiento ante todo lo que represente algo diferente a lo que somos. Los extraterrestres y los humanos se enfrentan violentamente con el objetivo de aniquilar al otro. Si llevamos este caso a la historia de la humanidad (dentro del planeta tierra) podremos encontrar muchas similitudes entre estas “ficciones” de extraterrestres y por ejemplo el proceso de conquista de América o el avance de proyectos de extracción de recursos naturales en zonas habitadas por pueblos indígenas. (2)

Pero, ¿qué motivos se pueden argumentar para explicar estas relaciones violentas y de dominación? Retomando el punto anterior, podemos mencionar la necesidad de controlar determinados recursos naturales por parte de un grupo en particular, con el fin de acumular riquezas a costa del sufrimiento de otros. Asimismo uno de los factores que nos hace humanos y a la vez nos diferencia unos de otros es: la cultura. La cultura según Grimson serían “nuestras prácticas, creencias y significados rutinarios fuertemente sedimentados” (Grimson, 2010); estas prácticas se traspasan mediante la educación a las futuras generaciones y son uno de los elementos a los que recurrimos cuando queremos expresar nuestra identidad.

Entonces, ¿cuál es el problema con la cultura? Nuestra forma de percibir la cultura nos hace considerar lo propio como lo único verdadero. Esto que llamamos etnocentrismo nos lleva a despreciar la cultura ajena por considerarla errónea o atrasada.

Una de las ciencias que se dedica a estudiar la cultura humana es la antropología, la cual busca llevar a cabo un trabajo científico con el fin de describir, analizar y comprender las diferentes culturas, sus historias, pensamientos y acciones.

Los antropólogos han basado su estudio en el trabajo de campo, en conocer la cultura del otro, aunque eso no la ha librado de elaborar teorías que hoy podríamos considerar discriminatorias, como por ejemplo, establecer una escala evolutiva de la cultura, que atraviesa estadios desde el salvajismo, la barbarie y en la cúspide la civilización. De la misma manera al analizar el concepto de cultura se ha debatido en torno a su inmutabilidad y estabilidad en el tiempo o si esta es resignificada continuamente por los pueblos.

En La Ciudad y las Estrellas, de Arthur C. Clarke, se plantea un escenario donde una ciudad, Diaspar, se considera como la única que existe en el planeta tierra. Los habitantes viven encerrados en la ciudad en un ciclo eterno, puesto que la vida es un proceso artificial que no varía a través de los años. En esta novela se podría reflejar la idea de una cultura inmutable, “pura”, no contaminada, sin embargo, Alvin, el protagonista buscará conocer más allá de los límites de su cultura.

Así como nombramos las guerras interplanetarias en las relaciones entre humanos y extraterrestres, también han existido obras en las que se pone énfasis en aprender de la cultura del otro.

Una de las grandes autoras en ese sentido es Úrsula K. Le Guin (hija del antropólogo Alfred Kroeber). En su novela La Mano Izquierda de la Oscuridad, la autora reflexiona sobre la sexualidad de los habitantes de este planeta y cómo esta situación es vista por un embajador de otro planeta. ¿Cómo es la relación entre Genle Ai y Estraven? ¿Cómo se encuentran y comunican a pesar de sus diferencias culturales y biológicas? En su novela corta El Nombre del Mundo es Bosque también se plantea una reflexión en torno a las relaciones de dominación, bajo la idea de explotar el entorno natural de un planeta y los conflictos que ello desembocará.

Otro caso en donde podemos conocer una cultura diferente es en Dune, de Frank Herbert. Si bien la trama principal son las luchas entre la Casa Atreides y la Casa Harkonnen, dentro de la novela tiene una vital importancia el pueblo Fremen, los nativos de Arrakis. En el transcurso de la novela vamos conociendo su cultura, religión, su forma de adaptarse a vivir en ese planeta desértico y con gigantescos gusanos de arena, un conocimiento que ayudara al protagonista del libro.

Anteriormente nombré El Juego de Ender como una novela en donde se relata una guerra contra una raza extraterrestre, los insectores, y ahora voy a hablar de la segunda parte, La Voz de los Muertos (3) (ver nota a pie de página). Luego de que Ender exterminara a la raza de los insectores se produce otro encuentro cultural, pero en este caso se busca estudiar a esta nueva especie, respetando, preservando y no alterando su forma de vida. Ender, quien carga con la culpa de ser un exterminador, analiza y critica esta nueva manera de relacionarnos como bien se lee en este diálogo:

—¡Hemos dedicado nuestra vida a saber de ellos! —dijo Miro.
Ender se detuvo.
—Pero no a aprender de ellos —estaban en el interior del bosque, la luz difusa que atravesaba los árboles hacía imposible leer en sus caras. […]—. Explotáis vuestra supremacía cultural hasta el fondo. Lleváis a cabo vuestras Actividades Cuestionables para ayudar a los pobrecitos cerdis, pero no hay una sola posibilidad de que advirtáis cuándo ellos tienen algo que enseñaros a vosotros.

(Orson Scott Card, 1990)

Ya habiendo presentado distintos ejemplos de cómo la ciencia ficción aborda el tema del encuentro entre diferentes culturas pasaré a ver la situación actual de nuestro país y el porqué creo que a través de la ciencia ficción podemos ir analizando nuestra forma de entender las diferencias culturales.

Como mencioné anteriormente, en Chile ha habido un surgimiento de distintas identidades que han puesto en entredicho la idea de una nación homogénea. Nos hemos ido acostumbrando a ver como se expresa la diversidad cultural, pero, ¿Cómo reaccionamos ante este fenómeno?

Lamentablemente siguen existiendo nociones negativas al momento de mirar al otro. Seguimos considerándolo como raro, ajeno o inferior a nosotros. En determinados casos en que aceptamos que el otro existe es a través de una mirada discriminadora, ante la cual enfrentamos nuestra “superioridad cultural”.

En el cuento “El día siguiente a la llegada de los marcianos”, de Frederik Pohl (4), un grupo de personas charlan sobre la llegada de extraterrestres repitiendo chistes que hacían referencia a sus prejuicios de otras culturas humanas. En el epílogo, Pohl dice que en una iglesia de Alabama un pastor le enseña a los jóvenes a leer ciencia ficción y a preocuparse los hombrecillos de verde y después que todos los hombres ya sean negros o blancos son hermanos, esto con el fin de ayudar a la integración de las personas.

Si bien esta idea es interesante como forma de ayudar a disminuir un conflicto en su comunidad, no lo es en la medida de que crea un nuevo enemigo para un grupo de personas. No es traspasando miedos a un otro desconocido la forma en que se podrá construir un país donde se valore y respete la interculturalidad, sino que acercándose a conocer al otro en una condición de iguales.

Este es un proceso complejo que lleva a replantearnos nuestros prejuicios y forma de pensar, pero si una obra que nos invita a viajar por mundos lejanos, conocer nuevos planetas, nuevas culturas y tecnologías, discutir y dialogar con otros, si esto no nos influye a querer aprender de alguien distinto que está junto a nosotros, se nos avecina un tortuoso camino como sociedad. Si Wells con La Guerra de los Mundos o Karel Capek con La Guerra de las Salamandras buscaban hacer una crítica al imperialismo y racismo de su tiempo, leer sus obras puede ayudar a prever las catástrofes a las que pueden llevar ciertas formas de concebir los encuentros y las relaciones sociales.

Leer ciencia ficción nos permite reflexionar críticamente sobre distintos aspectos de la sociedad, desde el uso de nuevas tecnologías hasta las relaciones que establecemos entre unos y otros (5). Todas las culturas, ya sea en la ficción o en la realidad se han visto afrontadas al hecho de encontrarse con otros y el desafío sería poder generar un diálogo en conjunto que permita crear nuevos significados, respetar los derechos de individuos y pueblos, y aprender mutuamente. En alguna medida imaginar ser como Ender en La Voz de los Muertos (6) o Alvin en La ciudad y las estrellas, personajes que se aventuraron a comprender, dialogar y aprender de lo desconocido.

Cristóbal Villegas de la Cuadra, 2019.
Bibliografía:
Grimson, Alejandro. Cultura, Identidad: dos nociones distintas. En Social Identities. Vol. 16, nº1, pp. 63-79. Enero 2010.
Scott Card, Orson. La Voz de los Muertos. Ediciones B. 1990.

Referencias:
(1) El criterio para escoger estas obras es que las he leído. Pueden existir otros escritos, cuentos o novelas en que aparezcan estos temas, pero al no haberlos leído prefiero no hablar de ellos.
(2) Ver La Gran Minería y los Derechos Indígenas en el norte de Chile, de Nancy Yáñez y Raúl Molina. LOM Ediciones.
(3) Si alguna persona que no ha leído la primera novela no quiere enterarse de lo que pasa le recomiendo saltarse este párrafo. Me hubiera gustado no hacer mención al final de un libro, pero en este caso es necesario para mi análisis.
(4) Publicado en la antología Visiones Peligrosas, de Harlan Ellison.
(5) En el caso de preferir una película, se puede ver Avatar, de James Cameron.
(6) A pesar de que Ender propone un encuentro de respeto entre distintas razas en La Voz de los Muertos, los comentarios de su autor con respecto a la diversidad sexual generan una polémica entre lo que el autor plasma en una obra de ficción y su opinión fuera de esta. Ver el enlace.

Mi nombre es Cristóbal Villegas De la Cuadra, dentro del mundo de la ciencia ficción me considero un aficionado, una persona que simplemente disfruta leyendo novelas de este género. Al leer La Guerra de las Salamandras (Karel Capek, 1936) entendí que a partir de la ciencia ficción se puede llevar a cabo una visión crítica de nosotros como sociedad, reflejando nuestras acciones, pensamientos y como construimos y vivenciamos nuestro mundo. Ente otras cosas soy antropólogo, interesado en estudiar aspectos culturales del deporte, juegos, migración y educación. Finalmente, creo que la ciencia ficción es un campo interesante para aquellos que nos dedicamos a estudiar la cultura humana, aunque muchas veces no lo sabemos.

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