Mercer y el Mercerismo, por Leonardo Espinoza Benavides

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Philip K. Dick. 1968.

Ingresar en territorios de análisis literarios correspondientes a Philip K Dick es adentrarse en tierra de titanes. Baste con mencionar que la tesis de doctorado en literatura del reconocido escritor estadounidense Kim Stanley Robinson, autor de la trilogía marciana, se basó completamente en la obra de Dick. Del mismo modo, yendo particularmente al tema que deseo comentar, puedo mencionar y recomendarles la publicación académica de Richard Viskovic en la revista Extrapolation, titulada “The Rise and Fall of Wilbur Mercer” (“El ascenso y caída de Wilbur Mercer”). Ya solo con esto se hace evidente el corpus crítico existente. Considerando esto, he decido esta vez generar un artículo menos ortodoxo de lo habitual, un poco distinto, espero, y no por eso menos válido, creo. Quiero mostrarles mi propia incursión, mi recorrido natural, en bruto, que fui haciendo en torno a la figura de Mercer en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, una novela que siempre he considerado intensamente cargada de simbolismos sutiles, de una cantidad alucinante de capas y capas de temáticas que pueden ser descubiertas y elaboradas. Una de ellas, para mí, fue Wilbur Mercer, y su rol primario-secundario a lo largo de todos los eventos que van ocurriendo, como un trasfondo estructurador. En una necesidad realmente imperiosa de intentar comprenderlo, fui rescatando pasajes, frases, elucubrando, armando, hasta sentirme tranquilo respecto a alcanzar una perspectiva coherente. Sin más, les dejo a continuación esta corriente de pensamiento, mi camino y sus pasos. Primero encontrarán fragmentos del libro, en cursivas los que yo quise destacar, y a continuación habrá un breve comentario personal, también en cursivas, a medida que fui forjando la idea que buscaba. La edición que ocupé fue la traducción de Miguel Antón del año 2012 publicada en Minotauro (Editorial Planeta). Aquí vamos:

***

—Mercer —dijo Rick.

—Soy tu amigo —dijo el anciano—. Pero tienes que seguir adelante como si yo no existiera. ¿Lo entiendes? —Extendió hacia él las palmas de las manos.

—No —respondió Rick—. No lo entiendo. Necesito ayuda.

—¿Cómo voy a poder salvarte, si no puedo salvarme a mí mismo? —preguntó el anciano, que sonrió—: ¿No lo ves? Es que no hay salvación.

—Entonces, ¿qué objeto tiene todo esto? —exigió saber Rick—. ¿Para qué sirves?

Para demostrarte que no estás solo —respondió Wilbur Mercer—. Estoy aquí contigo y siempre lo estaré. Ve a cumplir con tu deber, a pesar de que sabes que es un error.

—¿Por qué? ¿Por qué tendría que hacerlo? Dejaré el trabajo y emigraré.

—Te verás forzado a hacer el mal allá donde vayas —dijo el anciano—. Es la condición esencial de la vida verse requerido a traicionar la propia identidad. Siempre llega el momento en que todo ser vivo debe hacerlo. Es la sombra última, la derrota de la creación: es la maldición de la obra, la maldición que se alimenta de toda vida. Hasta en el último rincón del universo (página 202).

Comentario: La razón de Mercer, el demostrar que no estás solo. La primera claridad que tenemos respecto a su figura.

El anciano se encaró a él con una expresión plácida en el rostro.

—¿El cielo está pintado? —preguntó Isidore—. ¿De verdad se aprecian los brochazos si amplías la imagen?

—Sí —respondió Mercer.

—No puedo verlos.

—Estás demasiado cerca —explicó Mercer—. Tienes que estar muy alejado, como lo están los androides. Ellos tienen una perspectiva mejor.

—¿A eso se debe que te acusen de ser un fraude?

—Soy un fraude —dijo Mercer—. Son sinceros. El resultado de su investigación es legítimo. Desde su punto de vista, soy un anciano actor de segunda, llamado Al Jarry. Todo, su revelación, es verdad. Me entrevistaron en casa, tal como aseguran. Yo les conté lo que querían saber, es decir, todo.

—¿Incluido lo del whisky?

—Es cierto —dijo Mercer con una sonrisa—. Hicieron un buen trabajo y, desde su perspectiva, la revelación del Amigable Buster era convincente. Les costará comprender por qué no ha cambiado nada. Por qué sigues aquí y yo sigo aquí. —Mercer señaló con ambas manos la colina pelada, el terreno conocido—. Acabo de sacarte ahora mismo del mundo tumba y continuaré haciéndolo hasta que pierdas interés y quieras abandonar. Pero tendrás que dejar de buscarme porque yo nunca dejaré de buscarte a ti.

—No me ha gustado lo del whisky —dijo Isidore—. Ha sido un golpe bajo.

—Lo dices porque eres una persona muy virtuosa. Yo no lo soy; no juzgo a nadie, ni siquiera a mí mismo (página 240).

Comentario: Primera intuición de que Mercer lo acepta todo. No importa el contenido de la realidad misma, porque todo en ella siempre sería real, tangible o no.

¿Qué te parece eso, Rick? ¿Crees que podría ser cierto?

—Todo es cierto —dijo él—. Todo lo que cualquiera haya pensado en algún momento (página 253).

Comentario: Rick comenzando a pronunciar lo que se descubre de Mercer. Aquí se comienza a descubrir el inicio de su fusión más profunda, la fusión entre ambos.

… porque Mercer lo acepta todo. Nada le resulta ajeno (página 257).

—Mercer no es un fraude —dijo—. A menos que la realidad también lo sea (página 261).

Comentario: Metaliterario. Hablando de Mercer, habla de una idea más que pareciera escapar de las fronteras ficticias. Y de la cita anterior, por ende, se podría parafrasear: “La ficción no es un fraude, a menos que la realidad también lo sea”.

Así que esto es lo que ve Mercer, pensó mientras cerraba con dificultad la caja de cartón y la ataba una y otra vez. La vida que ya no podemos distinguir, la vida cuidadosamente sepultada hasta la cabeza en el esqueleto de un mundo muerto. En cada mota de ceniza del universo Mercer percibe la vida inadvertida. Ahora ya lo sé, pensó. Y una vez visto el mundo a través de los ojos de Mercer, probablemente nunca deje de hacerlo (página 265).

Comentario: Ya comprendiendo la razón de Mercer en cuanto demostrar que no estás solo y que todo es igual de real, se empieza a vislumbrar su objetivo específico en este momento determinado para con Rick. El comenzar a ampliar, de a poco, y aún con misterios velados, los conceptos de lo vivo, sumándose a este acompañamiento transversal.

—Estoy bien —respondió, negando con la cabeza, sacudiéndola como si quisiera despejarse las ideas—. La araña que Mercer dio al cabeza hueca, Isidore. Probablemente también fuera artificial, pero no importa. Las cosas eléctricas también tienen sus vidas. Por insignificantes que sean (página 268).

—Mercer dijo que hice mal, pero que debía hacerlo de todos modos. Es muy extraño. A veces es mejor hacer algo malo que lo correcto.

—Es la maldición que pesa sobre nosotros —dijo Iran—. De eso nos habla Mercer.

—¿Del polvo? —preguntó él.

—Los asesinos que encontraron a Mercer en su decimosexto cumpleaños, cuando le dijeron que no podía hacer retroceder el tiempo y devolverle la vida a las cosas. Así que ahora lo único que puede hacer es continuar con la vida, ir a donde le lleve, hasta la muerte. Y los asesinos le arrojan las piedras. Son ellos quienes lo hicieron, quienes nunca dejaron de perseguirle. Y a todos nosotros, de hecho (páginas 269-270).

Comentario final: Ya contemplando la razón de Mercer, sus principios sobre lo real, sus intenciones en este momento en particular, llegamos al origen de su ser y su forma de ser. El concepto de lo inevitable de aquello considerado momentáneamente como malo, pero que a pesar de ello termina convertido en algo bueno, en algo acaso necesario. La transmutabilidad última del mal, la tendencia intrínseca de la realidad hacia lo que corresponde, hacia un bienestar compartido, si bien en un camino quizá eterno, no carente del resto de las emociones humanas que van, a su vez, construyendo el recorrido mismo. Queda aún pendiente el saber cómo se desenvolverá a futuro el concepto de vida de los androides. La obra, como la vida, no queda cerrada. Es y continúa.

A considerar: Posiblemente fue él quien lo hizo; tal vez el nodo extrasensorial de su cerebro había vuelto a desarrollarse. O puede que no fuese responsabilidad suya. Lo más probable era que se tratase de un proceso natural. Fuera como fuese, ya no se hundía; había empezado a ascender, junto a los otros. Hacía tiempo que los había perdido de vista, así que se vio subiendo en solitario. Pero allí estaban, acompañándole aún; extrañamente, los percibía dentro de sí mismo (página 38).

Comentario: Agrego la cita de la página 38 para considerar los orígenes de Mercer como persona. Mercer puede ser considerado como un ser humano ascendido, que acompaña a los seres vivos para promoverles una unión empática, fin que surge a su vez por los acontecimientos de su propia vida. Mercer es parte de la humanidad, pero no constituye una respuesta final en la ontología de la divinidad.

Como acápite: es un bello simbolismo el que fuese cobalto radiactivo lo que aparentemente inició el cambio en Mercer, así como la radiactividad es también el componente responsable de las catástrofes afuera en el mundo de Rick Deckard.

***

Y de esa forma esquematicé y concluí lo que por el momento apaciguara mi inquietud. Quizás en una relectura posterior entrevea otros detalles o dirija mi síntesis en otras direcciones. Conservo estos pasajes y estos comentarios desde el año 2016 (hasta ahora solo releídos por mí), porque de vez en cuando vuelvo a confundirme, o simplemente percibo que se debilita el recuerdo, y así puedo regresar a cavilar sobre este personaje tan enigmático que nos dejó el maestro Dick, uno de sus muchos personajes que viven y reviven una y otra vez.

Leonardo Espinoza Benavides, 2019.

Leonardo Espinoza Benavides (San Fernando, 1991) es médico cirujano, escritor y cinéfilo. Autor de la novela fix-up de ciencia ficción Más espacio del que soñamos (Editorial Puerto de Escape, 2018). Miembro Directorio de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCiFF – Chile) y antiguo miembro de la Washington Science Fiction Association (WSFA). Expositor de la primera participación chilena en la convención Capclave, en Estados Unidos (2015). Ha publicado ficción y no ficción en Editorial Puerto de Escape, Revista Crítica.cl, Dos Disparos Magazine, LDP Magazine, Publicaciones Universidad Andrés Bello, Fantástica Review, Editorial Escritores, El Sitio de Ciencia Ficción, The WSFA Journal, Revista Literaria Letralia, Portal del Instituto Cubano del Libro – Cubaliteraria, Caltiki Magazine, entre otros. Actualmente reside en Santiago de Chile.

2 comentarios sobre “Mercer y el Mercerismo, por Leonardo Espinoza Benavides

  1. ¡Hola! Espero que el artículo en cuestión te sirva también para tu trabajo. Respecto a tu pregunta puntual: \»Necesito saber por qué Mercer en realidad es un fraude\». Bueno, lo primero a mencionar es que la respuesta en absoluto no existe, porque Dick en general permitía las interpretaciones múltiples. Te respondo, eso sí, con una cita del libro:\»—Mercer no es un fraude —dijo—. A menos que la realidad también lo sea\».Mercer es un fraude solo si consideras como \»real\» aquello tangible de la vida, lo concreto, lo demostrable, lo explícito. Pero si consideras que la realidad es más que eso, entonces Mercer no es para nada un fraude. Los androides del libro, los que dicen que Mercer es un farsante, lo dicen porque son incapaces de comprender el símbolo y lo abstracto: solo se basan en lo \»objetivamente observable\». Por eso Mercer sabe que, bajo esa perspectiva, sí puede ser considerado un fraude. Pero entonces muchas otras cosas también lo serían. Y es interesante que la vida de los androides, la de los mismos que lo critican, cae también en esta categoría: ¿La vida androide, no-humana, es un fraude entonces? Bueno, sí, si es que decides la perspectiva unidimensional de que solo la vida humana es la real; pero no, no lo es, si es que aceptas que la realidad tiene sutilezas más allá de la lógica clásica. Es, sin duda, un potente simbolismo de Dick y una hoja abierta para la discusión. Al final, dependerá de tu postura el que consideres a Mercer un fraude o no. ¡Espero que te sirvan estas palabras! Y termino recalcando otra cita:\»—Todo es cierto —dijo él—. Todo lo que cualquiera haya pensado en algún momento\».¡Saludos!

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