Rodrigo Juri
(1971)
Todos Los Ríos Bajo el Puente
A mis 47 años de edad parece que hubiera vivido varias vidas, no tan solo una. Mi juventud, por supuesto, que como la de cualquiera supongo, es como un universo paralelo. ¿Quién de verdad era ese muchacho, que tanto gozaba leyendo libros de ciencia ficción hasta altas horas de la noche? ¿El mismo que jugaba pichangas con sus compañeros de colegio?
Ese joven entró a la Universidad Católica y se demoró varios años entre sus aulas. Aprendí Biología, pero finalmente me convertí en ingeniero agrónomo. Incluso me especialicé en Economía. Y durante algunos años, creí ser efectivamente lo que mis títulos decían que era. Mi primer trabajo fue en Miami y ya ahí debí haber sospechado que mi vida estaría llena de giros inesperados y extrañas aventuras. Y sí, me tocó visitar el Centro Espacial Kennedy y también conocer Key West, donde vivió Hemingway. El espacio y la literatura, como si el simbolismo no fuera evidente.
Después de algunos años decidí que mi vida como agrónomo debía terminar. Volví a la universidad y me hice profesor de ciencias. Y fui a trabajar a Rancagua donde conocí a mi esposa, Ximena. Y también obtuve una beca y nos fuimos juntos a Japón por dos años. Allí vi el amanecer desde la cumbre del Monte Fuji, y con Ximena brindamos con sake en los jardines del Emperador mientras caían los petalos de sakura. Esa sí que fue una vida extraña.
Me dediqué trece años a la educación y me llevo el recuerdo de todos mis alumnos. Pero fue en el Lincoln International Academy en donde logré realmente ser el profesor que quería ser. Y encontrar más amigos que hoy se hayan dispersos por el mundo. Pero también ese tiempo pasó y hoy ya he decidido dejar atrás las aulas.
¿A que me dedicaré ahora? Pues si les digo que sí hay algo que ha permanecido en mi vida desde que era un escolar, han sido esos viejos amigos de entonces y mi amor por la ciencia ficción. Por lo que no debiera sorprender que ahora quiera ser un escritor de ciencia ficción. Así tal cual. Una nueva vida, una que espero resulte tan asombrosa como las que he tenido con anterioridad.
Por supuesto, no es que se me haya ocurrido esto de un momento a otro. Muchas cosas han pasado que me han traído a este momento, a esta contingencia. Desde mis tempranas pretensiones de escritor cuando junto a Luis Saavedra, por allá en 1989, cuando intentábamos sacar adelante un fanzine a punta de fotocopias baratas. De esos tiempos es “Como Peces en la Red”, mi primer cuento. Uno que no quiero mucho, pero que paradójicamente ha terminado publicado en España, Italia y Argentina.
Pero el momento de la verdad fue en Japón, cuando, coincidiendo con mi estadía, se lleva a cabo la Worldcon 2007, en Yokohama. Por supuesto, me inscribí de inmediato, y como sabía inglés, me invitaron a participar del comité organizador. En esa condición fue que pude conocer a escritores de la talla de Robert Silverberg, Joe Haldeman, Larry Niven, Ted Chiang, etc.
Fue esa experiencia la que me llevó a un impulso creativo, del que salieron cuentos como “Una en un Millón”, “La Otra Orilla del Crepúsculo” y “Las Cloacas del Paraíso”, publicadas en Axxon (Argentina) y el Sitio de Ciencia Ficción (España). Luego, un par de años de silencio, hasta que me puse a escribir mi primera novela, El Último Horizonte de la Noche.
Todo esto mientras seguía trabajando como profesor, así que la novela me llevó un poco más de lo que tenía planeado. Algunos años más, en realidad.
En el intertanto ocurrió el Primer Encuentro de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, mi alma mater. Participé con una ponencia. Pero más importante que eso, sirvió para consolidar un grupo de amigos que compartíamos la misma pasión. Da ahí nació la ALCiFF, agrupación que ha sido fundamental en invitarme a perseverar en la escritura. Soy un convencido que la conversación, el entusiasmo y el cariño de gente que cree en lo mismo que uno, terminan por darte la motivación, el impulso extra que a veces falta para hacer lo que se tiene que hacer.
Así que este año finalmente publiqué, en Amazon, por vía independiente, la novela. Libre ya de esa tarea decidí volver a mis cuentos. Y lo primero que hice fue traducir “Una en un millón” y probar suerte enviándola a una revista norteamericana. No cualquiera, por supuesto. Una de las mejores, sabiendo que lo más probable es que me la rechazaran. Y fue no hace mucho, el 29 de mayo de 2019, que recibí la respuesta de Neil Clarke, editor de la prestigiosa Clarkesworld, anunciándome que quería mi cuento. Mi primer intento en una revista profesional y mi primera aceptación. No sé lo que eso significará en lo inmediato. Lo que me queda claro es que mi nueva vida ha partido con los mejores auspicios, y con los mejores compañeros de viaje; mi gente querida de la ALCiFF.
