Omar, imaginar posibles futuros, por Connie Tapia Monroy


Mi hermano, Marcelo, me prestó el libro “Ficciones”, de J.L. Borges. No recuerdo el año, quizás 2007 ó 2008. Lo leía en los tramos de casa-trabajo en el metro, donde siempre hay un rincón incómodo para la lectura. Lo que leía de ida por la mañana, lo releía de vuelta por la tarde. Cuando lo terminé, Marcelo puso en mis manos “La Segunda Enciclopedia de Tlön”, de Sergio Meier. Libro que, por supuesto o no tan supuesto, no pude leer solamente en el metro. Lo retomaba a toda hora. Además, era un libro que debía devolver y no me permití dejar cabos sueltos. Fue así que, a través de Meier, conocí a Omar Ernesto Vega porque había escrito el prólogo de la novela. Pero en esos años, fue solo una pincelada. Era como un espectro que deambulaba, era parte de un universo que sentía ajeno. Cuando publicó “El Futuro Imaginado”, lo promocionó en redes sociales a precio de autor y, desde mi curiosidad, compré un ejemplar. Nos juntamos en el metro Santa Lucía, en Santiago, y conversamos largo rato. Desde ese día, compartimos muchas conversaciones por Facebook, claro que privadas. Me di cuenta que siempre estaba muy dispuesto a responder a dudas, pero tampoco las resolvía a manos llenas, sino que, como profesor de tesis, entregaba una vía para que uno encontrara respuestas propias. Me acerqué bastante a Omar Ernesto Vega -aunque nunca lo conocí realmente-, pues nuestros temas siempre estuvieron ligados a la ciencia ficción, la tecnología y la visión científica desde un ingeniero a otro ingeniero. Desde mi época universitaria me sentía un bicho raro por estudiar ingeniería y él era uno de tantos como yo. La ciencia ficción es el puente que de cierta forma te conecta con estos dos mundos. La posición de Omar Ernesto Vega fue de profesor, de guía, de orientador de temas.
Tiempo después, con Pablo Espinoza Bardi, decidimos dar vida a Cathartes Ediciones y publicamos nuestra primera plaquette de la colección de ciencia ficción Rocket Punch, «El Mañana Oscuro». Ese sería mi último año en Santiago y, pensando en dónde presentar el libro, decidimos agendarlo en “Bibliovega”. Sí, en La Vega Central, entre frutas y verduras, con un público no convencional. Y Omar Ernesto Vega fue el único que apoyó esta locura. Él consideraba que Gonzalo Fernández Bastías (Tué-Tué) había crecido con “El Mañana Oscuro”, que narra un mundo controlado por las máquinas, una lucha entre dos razas que quizás no tenga fin. Era la temática de Omar, imaginar los posibles futuros que tendremos, de acuerdo a cómo vamos evolucionando tecnológicamente. Cuando habló ese día, simplemente era él: el investigador, el historiador, el ensayista de ciencia ficción. Aquel día creo que resolvió una de mis dudas. Él no era lo que reflejaba en internet o redes sociales, él era un ser que lleva a otro a la duda, al pensamiento crítico, a ser buscador de estas dudas y resolverlas bajo argumentos científicos y teóricamente demostrables.
Al año siguiente, cuando editábamos “La Taberna de Innsmouth nº1”, revista de microcuentos de terror, quisimos que Omar Ernesto Vega fuera parte de ella. Sin embargo, los textos que nos envió se escapaban de la extensión de la revista que pretendíamos sacar en ese momento. Entonces, se pensó en publicarle en una tercera o cuarta plaquette de la colección “Rocket Punch”. Empero, no se dieron ni los recursos ni los tiempos para realizarla. Ahora siento, y sentimos como editorial, que estamos en deuda con él. Me gusta su relato “La Mano de Dios”, muy al estilo de Crónicas Marcianas. Amo a Ray Bradbury y por eso, cuando leí ese cuento, pensé que era uno de los que debía circular en otros formatos, no solo en internet. El cuento está alojado en su blog, página donde Omar Ernesto Vega subía sus ensayos, entrevistas, visiones y comentarios. Los invito a leerlo y no solo este, sino todo lo que puedan encontrar de Omar, para hacerse de un juicio propio. Para mí, los cuentos, los textos, los artículos, van marcando parte de la vida; estos se van enlazando con experiencias personales y cada lector los va conectando a medida que se van entrampando, enredando e interactuando. Omar debe estar viajando como un etereonauta. O quizás no, quién sabe, pero sí, no hay duda de aquello, dejó un par de artículos y libros interesantes que ya son parte de la historia de ciencia ficción en Chile.
Connie Tapia Monroy, 2019




Connie Tapia Monroy es madre de Ignacio, Ingeniera civil en Geografía, de profesión, y escritora de oficio. Nace en Santiago y hoy está radicada en Arica. Extraño suceso, pues en sus sueños del futuro vivía entre paisajes tolkenianos y no en un universo distópico ni kafkiano como Arica.

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