Omar Vega Martínez nació en 1958 y estudió Ingeniería en Ejecución en Computación e Informática de Ejecución (USACH), desarrollando un gran interés por las ciencias. La mala situación en Chile durante las décadas de 1980s y 1990s lo llevó a elegir un nuevo país en el cual poder ejercer su carrera y mejorar sus condiciones de vida. Su destino fue Canadá. Al volver a Chile, a fines de los 1990s, trabajó en una serie de instituciones como encargado de la sección de Informática, pues contaba con el título de Master of Science (University of Saskatchewan, Canadá), centrándose en Inteligencia Artificial. Además tuvo cargos de profesor universitario.
Al llegar a Chile, se convenció de participar en la literatura de ciencia ficción chilena, género que suscitó en él un apasionado interés. Omar Vega se convirtió con el tiempo en ese tipo de personas que no escribe literatura, pero realiza excelentes observaciones al momento de analizar las obras de otros autores, como si contase ya con la destreza y una curtiembre mental de quien ha escrito desde un inicio más novato al clímax de las obras maestras. Y es esto lo que lo convirtió en una opinión influyente, analítica, crítica y, a veces, endemoniadamente satírico e irónico. Se puede discrepar con Omar Vega, pero lo que no se puede es mantenerse sordo ante sus observaciones, pues en todas ellas, dentro de la masa de información, existe siempre una veta de la cual sacar valiosas pepitas de áureos consejos.
¿Qué fue de su legado?
Omar Vega asistió a muchas conferencias y lanzamiento de publicaciones. Algunas veces como exponente, pero la mayoría de las ocasiones como público, ese público silencioso, pero muy atento, agudizando los sentidos para captar hasta la más mínima información, construyendo con eso una opinión sólida, frecuentemente dicha de forma personal en el mismo momento en que termina el evento, acercándose a ti para decirte: “Quisiera aclararte, José, que yo ayudé a Roberto Pliscoff a gestionar la digitalización del libro”. ¿De qué libro hablamos? Bueno, la historia parte así. Cualquier investigación sobre literatura de ciencia ficción chilena tiene por punto inicial el libro “Desde Júpiter” (1877), de Francisco Miralles. Una obra de fines del siglo XIX, en la misma época en que Verne escribía su ciencia ficción en Europa. Si fue la primera obra de ciencia ficción en Chile, ya es un tema de mayor debate, aunque en mi opinión personal sí fue la primera vez que se escribió considerando la tecnología como un factor del argumento. Pero el asunto es que solo existe una copia física del libro hasta el momento. Es el santo grial de la literatura de ciencia ficción chilena. Ese libro está en posesión del coleccionista Roberto Pliscoff quién, convencido por Omar Vega, decidió solicitar a la Biblioteca Nacional la digitalización de la obra. Pliscoff compartió con los cibernautas esta obra de Miralles, la cual se encuentra en la web Memoria Chilena.
Omar Vega también fue el responsable de una obra de gran espíritu. Quizás el artículo ensayístico sobre literatura fantástica chilena más citado por todo investigador –desde Andrea Bell hasta Macarena Areco, desde Marcelo Novoa hasta el que escribe. “En la Luna: Un bosquejo de la ciencia ficción chilena”. Creo que el inicio del título es una gran genialidad, pues me atrevo a decir que a todos los que somos apasionados por los géneros fantásticos en algún momento nos terminan llamando la atención con esa expresión: “Usted anda en la Luna”. Sobre todo cuando nuestra imaginación nos quita la concentración de nuestro entorno y terminamos provocando un accidente o torpeza a quienes nos rodean. Pero así de absorbente es el pensamiento de los que estamos creando aventuras, escenas, momentos de asombrosas hazañas, mientras ansiamos el momento de anotarlas en alguna servilleta, cuaderno o celular, deseando que no sean olvidadas en un descuido. “Usted anda en la Luna, muchacho”. A modo de dato, Omar Vega aprovechó también de poner este artículo a disposición de todos en la web Memoria Chilena.
Omar Vega vio esto. Supo el valor personal de esta expresión y la supo capitalizar. A modo de comentario, lo envidio. Me hubiese encantado tener como título para mi investigación esa expresión. Pero es tan sagrado, tan genial esta creación de Omar Vega, que carecería de espíritu propio cualquier uso que se le dé. Tan majestuoso como el título es el contenido del artículo. Una nómina cronológica de las obras publicadas desde el siglo XIX hasta principios del siglo XXI. Es la columna vertebral para cualquier investigación. Es una cita obligada, una referencia ineludible para cualquier trabajo sobre el género en nuestro país. Es, además, un escrito que plasma el trabajo de recolección junto a Pliscoff y que ha permitido servir de basamento para la elaboración de cualquier lista de obras. Una maravilla. Quizás, junto a su ensayo “Apuntes para una historia de la ciencia ficción en Chile”, realizada con Moisés Hassón y publicada en la Revista Nautilus (2005), Omar Vega es el primer historiador de la ciencia ficción nacional.
Su legado no termina aquí. Como especialista en el tema, participando activamente con Marcelo Novoa, publicó a través de la Editorial Puerto de Escape su libro “El futuro imaginado: Breve historia de la anticipación” (2012), el cual consiste en un ensayo sobre las proyecciones futuristas que se realizaron en los escenarios expuestos en el cine y la literatura de ciencia ficción.
Los juicios emitidos en esa obra son los propios de una persona cuya infancia tuvo por escenario la llegada de la Raza Humana a la Luna, la exploración espacial, la incorporación de las tecnologías digitales y los grandes avances en redes de información con el uso del televisor y los primeros computadores. Aun así, a pesar de estar sumergido en una temporalidad, su libro es un antecedente y una referencia a los grandes estudiosos de la temática como lo fueron Andrés Rojas Murphy, Juan Manuel Silva, Juan Antonio Bley o actualmente Rodrigo Juri, entre otros.
Aún recuerdo el consejo que me dio para orientar mi tesis: “Haga una tesis sobre los cuentos de ciencia ficción de revistas de los años 20 o 30 del siglo XX”. Y este es claramente un consejo premonitor porque inevitablemente será el objetivo de los futuros ensayistas del género. Aun así, los investigadores debemos revisar la obra de Vega. Y tiene méritos para ser analizado: fue el prologador de la obra “La Segunda Enciclopedia de Tlön”, de Sergio Meier, otro autor que merece ser recordado por nosotros.
Omar Vega fue promotor de un futuro optimista, un futuro con los grandes avances de la ciencia aplicada a la tecnología, que debía ser un tiempo mejor que cualquiera punto en la Historia.
¿Qué nos queda de Vega? Cuentos, algunos bastante buenos. Su libro “El futuro Imaginado” y “El secreto de Rings”, que durante un tiempo estuvo en la revista Erídano y que luego subió a Amazon. Posteriormente, lo sacaría de esa plataforma para liberarlo en PDF. Recuerdo que hay otra novela que liberó. No estoy seguro, pero en cierto momento solicitó en Facebook ayuda para decidir un título, votando por una de cuatro opciones. Sin embargo, su característica principal fue el ensayo. En 2011 ganó el IV Premio INTERNACIONAL de las Editoriales Electrónicas con Cronn: La ciudad espacial de Hugo Correa. Publicó además en los e-zines Strange Horizons, Tau Zero, Letras de Chile y un largo etcétera.
A nosotros, como AlCiFF, nos queda algo más: la misión de honrarlo y compartir su obra.
José Hernández Ibarra (1985) es profesor de historia y geografía, asesor histórico, investigador de la literatura fantástica chilena y articulista para LDP Magazine y ALCiFF. Fundó y administró el sitio Fantástica Chile y Fantástica sin Fronteras. Actualmente trabaja en la edición de su investigación sobre el género fantástico en Chile.