Una práctica cada vez más común es adaptar obras de teatro a formato cómic. Sobre todo cuando se trata de propuestas bizarras y efectistas. Se hizo con Fausto Sudaca, con El Húsar de la Muerte y ahora con 2118. Estos últimos dos, de la compañía La Patogallina.
La obra mezcla ciencia ficción con historia de Chile, y arranca con la elección de la primera presidenta anarco-feminista de Chile, para el tricentenario de la república en 2117. Tras un año en el poder, un 11 de septiembre, hay un golpe de Estado y la mandataria es asesinada. Es aquí donde entra Ana, otra anarco-feminista quien urde desde la resistencia un osado plan: viajar al pasado para asesinar a 9 personajes clave de la historia de Chile y así eliminar el “gen conservador”.
En junio de 2019, la obra contó con un “lanzamiento multimedia”, que incluyó la publicación de la banda sonora y el cómic homónimo en el GAM. E incluso el aún pendiente lanzamiento de un videojuego. El dibujante encargado del cómic fue el inconfundible Juan Vásquez, quien ya había adaptado la película El Topo (1970) de Jorodowsky, y distintos cuentos de H. P. Lovecraft a formato cómic.
Estamos ante una edición bastante humilde, que economizó bastante en el número de páginas. Persiste el estilo característico de Vásquez en la propuesta visual del cómic. Se trata de una historia breve, de 40 páginas, con el cyberpunk y el terror político como leitmotivs. A diferencia de Tricentenario de Enzo Nicolini, aquí es poca la ciencia ficción y más la historia y la atmósfera sicológica, pero sin llegar a explotar del todo el talento de Vásquez. A grandes rasgos, son 2 o 3 viñetas las más rescatables de este trabajo, por sus provocativas escenas, pero el resto es una historia más bien plana y repetitiva. No es culpa de Vásquez, claramente, hay que irnos al guion original para rastrear el problema.
Fieles a su estilo, la Patogallina presentó sobre las tablas un espectáculo multimedia, con actores, títeres, y recursos audiovisuales que delineaban una ecléctica estética de cine, circo, videojuegos y cómics retrofuturistas.
“Un universo épico y delirante que evidencia la naturaleza cíclica de la historia y devela los poderes que, desde las sombras, manejan el destino del país”, según la reseña.
Esta es sin duda la propuesta más política de la compañía, donde se muestra el asesinato de personajes como Pedro de Valdivia, Julius Popper, Diego Portales y Lucía Hiriart, entre otros. Con un mensaje explícitamente panfletario, el guion propone que las fuerzas oscuras conservadoras sólo se pueden erradicar de raíz, para así permitir al país progresar. La única solución posible, entonces, para que asuma la presidenta anarcofeminista, guagua en brazos, y con su mensaje de realizar la “segunda independencia” (hubiese sido más creativo ponerle cuarta, quinta, o séptima a esas alturas. Si estamos en el siglo XXII) en la “madre matria”, es con una máquina del tiempo.
Ignorando por completo la paradoja del abuelo, el comic, en vez de ser una suerte de X-men: Días del futuro pasado, termina cayendo en una parodia poco digna de los viajes en el tiempo tipo Bill y Ted 2.
La compañía se explaya en su afición por la historia, y con guiños indigenistas y comunistas, propone una tesis ya cliché a estas alturas: la historia es cíclica, y la tragedia del pueblo chileno es una tragedia griega, previsible e inevitable, lo que determina que la Historia no tenga un final feliz. Y así y todo, se trata de un giro que dejo gusto a poco en la narración.
Ya después de matar a Jaime Guzmán, la historia se vuelve monótona. Y surge la pregunta de ¿por qué 9 personajes? ¿por qué no 5 o 10? Buscando el aplauso fácil, se cae en una simplificación histórica que raya en lo infantil. Ana en vez de atacar personas, debiera atacar a las ideas, pero ni eso se trasluce en esta historia.
Sí hay que decir que el cómic le tomó el pulso a la contingencia bastante bien. Sólo 4 meses después vendría el 18 de octubre, y a la consigna de “Chile Despertó”, se le sumaría la repopularización de la ya recurrente “segunda independencia”. En retrospectiva, fue un cómic, y una obra, bastante anticipatorio. La deconstrucción, o la destrucción literal de iconos históricos como Diego Portales y Pedro de Valdivia se vivió de forma tan intensa y, a ratos, trágica como la descrita en el cómic.
En ese sentido, la historieta cumple con creces uno de los grandes objetivos de la ciencia ficción, que es ser anticipatoria. Incluso predijo el fervor revolucionario y la tendencia al historicismo que campeó en Chile a partir del estallido social (y que, de hecho, todavía prevalece). ¿Qué fue lo que faltó? Más desarrollo de personajes, mejor argumento científico, y, en suma, un mejor desarrollo del cómic hubiese dado pie a una novela gráfica de envergadura, estilo Karma Police. Pero de nuevo, siendo justos, Juan Vásquez hizo lo que pudo en 40 páginas.
Hoy, Chile se embarca en los inciertos y esperanzadores derroteros de un proceso constituyente. Sólo nos cabe cruzar los dedos para torcerle la mano al destino y que nuestra tragedia griega sea más parecida a la de Edipo Rey: donde el sufrimiento valga la pena, y esta vez el héroe sobreviva. Cosa que el cómic no acierte también con su desesperanzador final y no lleguemos al Tricentenario aun luchando por esa eternamente frustrada segunda independencia. No hace falta viajar en el tiempo para cambiar la historia. No podemos cambiar el pasado, pero sí el presente.
DIEGO ESCOBEDO RODRÍGUEZ
(SANTIAGO, CHILE, 1994)
Periodista, Licenciado en Historia y estudiante de Magíster en Historia. Realizó su práctica de periodismo en The Clinic, y ha colaborado con distintos medios como El Mostrador y Amo Santiago. Como historiador, se ha especializado en historia de Chile y Latinoamérica.
Desde niño fue un ávido lector de libros de ciencia ficción y fantasía. Entre sus autores de referencia están Isaac Asimov, H.P. Lovecraft, Hugo Correa, Jorge Baradit, Francisco Ortega y Carlos Basso.
Ha publicado cuentos y artículos de ciencia ficción y fantasía en los sitios Tau Zero, Sitio de Ciencia Ficción, Chilenia: Ucrónicas de la República y Chile del Terror, entre otros. Ha publicado un libro de cuentos titulado “Chile Mutante” (Biblioteca de Chilenia, 2019) donde cultiva varias de sus obsesiones, entre ellas la historia de Chile, las ucronías, el horror cósmico lovecraftiano y la ciencia ficción dura.