Por Diego escobedo
Es el año 2405, y la humanidad se ha expandido por todo el sistema solar, entrando en una fase de decadencia. La Tierra ha reducido dramáticamente su población, no ha invertido más en colonización del espacio o investigación científica, pero mantiene el control del empobrecido planeta Marte. No así de Rings, una lejana colonia ubicada en los anillos de Saturno, de la cual se perdió contacto hace mucho, pero que ahora resurge como una amenazante potencia industrial y científica. El gobierno de esta colonia parece estar en manos de “Los alquimistas”, un misterioso grupo esotérico de origen medieval, que aparentemente maneja el secreto de la piedra filosofal, y que ha extendido sus influencias hacia las demás colonias. Con miras a investigar todos estos secretos, y anticipándose a una inminente guerra entre Rings y la Tierra, el gobierno terrícola envía a dos espías, el piloto Dean Silva y el periodista Hal Goldwin, al lejano Saturno.
Lo anterior es el argumento de El Secreto de Rings, novela del ingeniero en informática Omar Vega (1958-2019), y una de las pocas space opera de ciencia ficción dura escritas en nuestro país. El libro comparte este reducido nicho con Los Altísimos, la obra magna de Hugo Correa, cabe destacar, eso sí, que con Correa estaban perfectamente armonizados tanto el lado humano como el científico de la trama; tanto prosa y personajes, como conocimiento y argumento científico. Con Omar, en cambio, el segundo es su mayor fuerte, mientras que el primero es su pata coja.
En esta novela, publicada sólo en formato digital por Ediciones Alfa Eridiani en 2010, Omar vertió todas sus obsesiones y su conocimiento enciclopédico. Desde la ingeniería y la astrofísica (el autor no tiene nada que envidiar a Arthur C. Clarke) hasta la historia y el esoterismo (hay hasta una alusión al clásico El retorno de los brujos). También su experiencia vital se ve reflejada en sus páginas: la logia de los alquimistas tiene una clara inspiración en el breve paso de Omar por la masonería. Incluso sus estudios de posgrado en Canadá jugaron un rol en esta historia: no es casualidad que los ringerianos tengan al hockey tridimensional como uno de sus deportes estrella. Uno de los pensamientos del personaje de Hal, al ver este deporte, es bastante elocuente: “Estaba en una sociedad muy distinta a la que él conocía, donde el sentido común parecía extraviarse en el limbo. Sentía la alienación del inmigrante, apabullado por el encuentro con un mundo desconocido, tan diferente a su tierra natal”. Más que la reflexión de un periodista en los anillos de Saturno, esto es algo que debió sentir un estudiante sudamericano, proveniente de un país pobre y en dictadura, al sufrir el choque cultural que significó adaptarse a una fría y eficiente ciudad primermundista.
Hay varias alusiones a Chile, e incluso a Chiloé, en el libro (ojo con la estatua de la Pila del Ganso, claro eco de la época en que Omar estudió en la USACH). El mismo Marte es una metáfora de nuestro país: un mundo minero empobrecido por su economía monoexportadora, la cual ha configurado una enorme desigualdad entre una elite rica y una masa de trabajadores pobres e ignorantes.
Con esto, en El Secreto de Rings reluce una de las grandes máximas de la ciencia ficción: no es un género escapista, al revés, es un espejo para hablarnos con otros códigos de las problemáticas del presente. O como diría Brian Aldiss: «Los astros están lejos. El aquí y el ahora son la base de la imaginación; la buena ciencia ficción es una metáfora del presente».
Si bien el libro pasó por la revisión de más de un corrector de estilo, esto claramente no fue suficiente. Persisten varias fallas de tipeo, ortográficas, y un abusivo y contradictorio uso de las mayúsculas (sobre todo con las palabras “Hombre” y “Estado”). También hace ruido la prosa barroca y poco armónica del autor (bastante ingenieril, quizás), que si bien es el sello distintivo de Omar, hay varios puntos donde resta más de lo que suma a la narración.
Las ilustraciones, aunque dan su toque, no aportan mucho a la comprensión del libro. Al revés: caricaturizan personajes como los alquimistas, que el autor describe como filósofos sabios y humanitarios, pero la imagen adjunta presenta casi un garabato de Albus Dumbledore. Yo en su lugar, habría hecho ilustraciones de las naves espaciales: la compleja forma que describe Omar de estos transportes (más excéntrica que la Enterprise, pero menos que la Ávalon de Passengers) hace que el lector se enrede fácilmente.
Los diálogos tienen toda la solemnidad y formalidad propia de las space opera más científicas, pero a ratos pecan de poca naturalidad, de exageración o caen derechamente en la inverosimilitud. Esto lo vemos particularmente en la historia de amor entre el protagonista, Dean Silva, de 24 años, y su novia Gabriela de 20. Por más futurista que sea su romance, Omar fracasa en lograr un extrañamiento convincente: los veinteañeros no hablan ni piensan cómo él lo describe. Ni hablar de las escenas de sexo, que dejan mucho que desear.
El final es muy descriptivo y carece de acción. Aunque es rematado con un tragicómico malentendido, deja gusto a poco, sobre todo porque el origen latino de Dean, revelado hacia el final del libro, no aporta en nada a la conclusión. Ignorando por completo el ciclo del héroe de John Campbell, donde el misterioso origen del protagonista es determinante en su aventura, Omar opta por no desarrollar más esta subtrama. Desde el principio establece que el gran trauma del protagonista es ser huérfano y desconocer su origen –creció en un orfanato en Norteamérica-, invitando a elucubrar que posiblemente los padres de Dean eran ringerianos o, por qué, chilenos. Lejos de eso, el autor deja este cabo suelto. Irónico, si pensamos que todos sus demás personajes tuvieron un final bastante redondo en el epílogo del libro.
Hay una guerra interplanetaria, cómo no, pero ninguna baja, y un armisticio que deja contento a todo el mundo. Un final optimista y pacifista digno de la serie original de Star Trek, quizás demasiado ingenuo o inocente.
El verdadero secreto de Rings no es cómo transmutar el plomo en oro, sino cómo una sociedad tan aislada, con poca población y sin recursos naturales, logró convertirse en tamaña potencia. La respuesta que da Omar es rigor e ingenio (y varias innovaciones científicas que no revelaremos acá). Cuestión que siempre lo acongojó, pensando en su propio país, y si bien la novela propone un final con mucho optimismo, hacia el final de su vida Omar cayó en un pesimismo nihilista.
Chile nunca será un país desarrollado, según el libro, y según repetía Omar en sus últimos días, antes de su infarto al corazón. Cambió la esperanza por un nihilismo sarcástico, y un conservadurismo machista, clasista y racista, como evidenciaba en sus redes sociales, y que ya se podía intuir en esta novela. Es muy sintomático que la autoridad máxima en Rings se llame “gerente general”. Que su utopía futurista sea gobernada de forma empresarial, dice mucho de la mentalidad ingenieril de Omar.
En suma, El Secreto de Rings es una gran aventura espacial. Quizás muy cerebral, y a ratos densa para quienes no estén interesados en aprender de astrofísica, pero es una novela única, por su estilo y temática, en nuestro país. También es la mejor forma de adentrarse en la mente del que fuera nuestro Carl Sagan a pequeña escala – y el equivalente a la novela Contacto, quizás-. Omar fue uno de los gestores que más hizo por recuperar la ciencia ficción y fantasía escritas en Chile desde el siglo XIX y XX, y el único que, adicionalmente, se preocupó por divulgar de forma amena los avances en ciencia y tecnología. Esta novela es una parte no menor del enorme legado del difunto Omar Ernesto Vega, y ojalá cuente con una edición impresa algún día (una de sus grandes frustraciones es que nunca tuvo éxito como escritor). Es un homenaje que Omar se merece con creces.
DIEGO ESCOBEDO RODRÍGUEZ
(SANTIAGO, CHILE, 1994)
Periodista, Licenciado en Historia y estudiante de Magíster en Historia. Realizó su práctica de periodismo en The Clinic, y ha colaborado con distintos medios como El Mostrador y Amo Santiago. Como historiador, se ha especializado en historia de Chile y Latinoamérica.
Desde niño fue un ávido lector de libros de ciencia ficción y fantasía. Entre sus autores de referencia están Isaac Asimov, H.P. Lovecraft, Hugo Correa, Jorge Baradit, Francisco Ortega y Carlos Basso.
Ha publicado cuentos y artículos de ciencia ficción y fantasía en los sitios Tau Zero, Sitio de Ciencia Ficción, Chilenia: Ucrónicas de la República y Chile del Terror, entre otros. Ha publicado un libro de cuentos titulado “Chile Mutante” (Biblioteca de Chilenia, 2019) donde cultiva varias de sus obsesiones, entre ellas la historia de Chile, las ucronías, el horror cósmico lovecraftiano y la ciencia ficción dura.