Especial Aniversario ALCiFF: El sentido de pertenencia como motor para el desarrollo local de la CF (2001-2005), por Sergio A. Amira

Con ocasión del segundo aniversario de nuestra asociación, ALCiFF, hemos querido invitar a diversas firmas que han sido relevantes en el desarrollo de los movimientos y organizaciones en la Historia de la Ciencia Ficción en Chile. Aquí nos brindarán su visión del momento histórico que les tocó vivir. ALCiFF no está excluida de la historia y entendemos que somos parte de una línea de circunstancias. Ofrecemos a los lectores estas piezas del rompecabezas que ayudarán a comprender mejor la ciencia ficción nacional.

Con motivo de la celebración de sus dos años de existencia, mis muy buenos amigos de ALCiFF me han invitado a escribir sobre “la importancia de las asociaciones para el desarrollo local de la CF”. Como en toda actividad humana que no sea la de convertirse en un anacoreta, las asociaciones son fundamentales para llevar a cabo nuestros propósitos como individuos y especie. Somos animales gregarios y cooperativos, gracias a ello hemos logrado sobrevivir 200.000 años en este planeta y, posiblemente, lleguemos a hacerlo fuera de él algún día no muy lejano. Ahora bien, respecto específicamente a la CF, yo jamás he pertenecido a ninguna asociación, aunque sí formé parte de lo que podríamos denominar un “movimiento”, “generación”, o incluso “fándom”. Estas instancias fueron vitales para mi desarrollo como autor, como lector, y también como persona. Me permitieron conocer a gente con la que de otra forma no hubiese interactuado nunca, además de granjear muy buenas amistades, algunas de las cuales mantengo hasta el día de hoy.

Arribé al “movimiento” (como me gusta denominar a esa entelequia a la cual pertenecí) de la misma forma que llega gran parte de los aficionados. Buscando información en un primer lugar, contactándome con gente que compartía gustos similares y viéndome involucrado en actividades tendientes a difundir el objeto de nuestro interés. Fue así como en poco tiempo, y sin darme cuenta, me convertí en eso que Luis Saavedra denomina un “fanactivista”.

Supongo que la distinción entre un fan y un fanactivista (esto es algo que no he discutido con Luis) es que el primero consume, mientras que el segundo, además de consumir, crea publicaciones y concursos, funda asociaciones y editoriales, organiza convenciones, dicta talleres, participa en conversatorios, traduce, y un largo etcétera que por lo general tiene como única recompensa la satisfacción de un trabajo bien hecho (o del intento al menos). Como ejemplo de la importancia de los fanactivistas podemos citar a Sam Moskowitz, que tuvo la idea de reunir a los aficionados en lo que fue la Primera Convención Mundial de Ciencia Ficción, realizada el 2 de julio de 1939 en Nueva York, y a la cual concurrieron (entre otros): Cyril Kornbluth, John W. Campbell, Jack Williamson, L. Sprague de Camp, Isaac Asimov, y Forrest J. Ackerman. Este último, otro fanactivista clave que, junto a su novia, asistieron a la convención con trajes “futuristas” (confeccionados por ella) en lo que se reconoce como el primer cosplay de la historia.

En mi caso particular, estuve más o menos solo en esto de la CF hasta que participé en el concurso de cuentos de Fixion 2000, anunciado como el Primer Salón Internacional de Cómics, Ciencia-ficción y Fantasía realizado en Chile. Obtuve el segundo lugar del concurso de este evento que se llevó a cabo entre el 4 y el 7 de mayo del 2000 en el Centro Cultural Estación Mapocho, pero no me enteré de ello sino hasta enero del 2001 (larga historia). Pese a que había transcurrido menos de un año, mi búsqueda de los responsables del evento no rindió frutos. Escribí a varias de las agrupaciones o personas que supuse, o recordaba, habían participado de Fixion 2000 tales como la productora Sobras, la Corporación de Amigos de Star Trek, Mauricio Herrera (que años después realizaría la portada de mi primera novela gráfica), y Starwars Chile. No todos me respondieron, y de los que sí lo hicieron, no tenían mayor idea sobre el concurso.

Wampa, de Starwars Chile, me contó que no habían participado como asociación (aunque sí habían asistido como delegación) y me sugirió que hablara con Miguel Barriga (el mismo de Sexual Democracia) que algo tenía que ver con Entel, uno de los auspiciadores. Por supuesto que Barriga no me contestó, y ahí me di por vencido. Diez meses después, en noviembre de 2001, tuve la idea de hacer algo que en aquel entonces era novedoso: ingresar el nombre de uno en el flamante nuevo buscador de moda: Google. ¿Y qué arrojó Google? Pues que mi cuento, aquel con el que había ganado el concurso, estaba disponible en una página llamada Utópika. Escribí un e-mail al webmaster explicando toda la situación, y este buen hombre no era otro sino Rodrigo Mundaca, que además de explicarme como había llegado a Utópika, me dio el contacto de Luis Saavedra, uno de los tres jurados del concurso de cuentos junto a Miguel Arteche y Hugo Correa.

Le escribí a Luis y, junto con explicarme la razón por la que nadie me había contactado tras obtener el segundo lugar, me invitó a participar de su fanzine: Fobos. Poco después nos reunimos con Luis en el centro de Santiago, cerca de su trabajo. Me invitó a almorzar, me pasó ejemplares de Fobos, y le ofrecí mi ayuda para editar y diagramar, cosa que hice desde el número 15 (abril 2002) hasta el 19 (octubre 2003). Luis, además, me propuso formar parte de la tercera versión del taller Fobos, realizada en el departamento que Pablo Castro compartía con su hermano y Marcelo López. Me gustaría poder transmitir la sensación de pertenencia, de no estar solo en esto de la ciencia ficción, de finalmente poder hablar sobre libros y temáticas que nadie más conocía, que experimenté aquella tarde junto a estos tres dilectos amigos.

Como dije al principio, siempre estuve más bien solo en esto de la literatura de CF. No conocía a nadie más que leyera los libros que yo leía, ni mucho menos que escribiera, y por eso concuerdo con Luis cuando dice que la ciencia ficción es (o debe aspirar a ser) comunitaria. Fobos fue la casa que nos acogió a mí y a varios otros autores y fanactivistas, fue el lugar del que salimos para fundar proyectos tales como El Calabozo del Androide, TauZero y Ucronía Chile, los que a su vez generaron nuevos movimientos y comunidades. Todo esto fue posible gracias a ese espíritu gregario que siempre ha sido distintivo de la ciencia ficción y sus asociaciones. Hasta muy recientemente, ser fan de este género era motivo de mofa (como en la Convención Bi-Mensual de Ciencia Ficción de Los Simpsons), pero gracias a la multiplicación de los servicios de streaming y el cada vez más creciente número de adaptaciones de novelas de CF y cómics de superhéroes a películas y series, más y más gente está habituada a consumir y disfrutar este tipo de contenidos. Puede que aún se esté en deuda con respecto a la literatura de CF, pero eso también pareciera estar mejorando (no gracias al establishment, por cierto, sino a los mismos autores y a las editoriales independientes).

El avance de todo saber humano es un esfuerzo comunitario, en donde cada paso se produce sobre la impronta dejada por otros. Reunirse, congregarse y asociarse (ya sea formalmente o no), es parte de ello. Felicito y saludo a ALCiFF en sus dos años de existencia, y les invito a trepar sobre hombros de gigantes, para de esta forma ver aún más lejos.

Sergio Alejando Amira, 2019.
Sergio Alejandro Amira nació en Concepción, Chile. Estudió Arte & Diseño en el Lowestof College de Lowestoft, Inglaterra; Licenciatura y Pedagogía en Artes Visuales en la

universidad Finis Terrae; y Magíster en Artes Visuales en la Universidad de Chile. Tras
obtener el segundo lugar del concurso de cuentos Fixion 2000 (que contó dentro del
jurado a Hugo Correa y Miguel Arteche) se aventuró de lleno por los caminos de la
literatura fantástica y ha publicado varias novelas en dicho género, entre las que
destacan: Identidad suspendida (2007), Kitsune (2014), Mad Love 500 (2015), Armórica
(2016), Otherkin y Sweet Dreams (2018).

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