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Alex DeLarge, interpretado por Malcom McDowell |
En la novela distópica La Naranja Mecánica (Anthony Burgess, 1962) se muestra descarnadamente cómo la desadaptación del personaje principal, Alex, le permite pervivir de manera “adecuada” en un entorno cuyas organizaciones alimentan la disfuncionalidad a fin de validar el sistema imperante, ya que si se analizan las organizaciones desde un punto de vista funcional, encontraremos que la disfuncionalidad es inherente a la supervivencia de un sistema social.
ENTORNO SOCIOCULTURAL O MACROSISTEMA
Existe una profunda desvalorización de la cultura formal, simbolizada en el acto de leer; estos usos son propios de gente “vieja”, que al no concordar con los gustos vigentes propios de la nueva generación, se le reprime su expresión de manera violenta por parte de los drugos, seguidores de Alex. La organización funcional repudia este desmedro a la cultura, pero a su vez alimenta a los usuarios con exceso de información audiovisual, burda, violenta y desechable, en una conducta paradójica que podemos comprobar en nuestra propia sociedad chilena.
ORGANIZACIÓN DE LOS DRUGOS
A estos grupos informales los une un gran y común objetivo: atacar lo establecido sólo por el placer de hacerlo, cuatro drugos caben en un auto, cinco es el número habitual y seis el máximo admitido. Los drugos de Alex son Pete, Georgie y el Lerdo, y cada uno simboliza un tipo de persona habitual que encontramos en cualquier parte. Georgie quiere ser el jefe y usurpar el liderazgo de Alex, Pete no se pronuncia, y el Lerdo, al ser maltratado por Alex, opta por unirse al “traidor” y se convierte en su brazo armado. Por cuanto, las típicas estructuras y procesos organizacionales formales son perfectamente válidos para una organización disfuncional y, de hecho, toda desadaptación, toda maldad, toda violencia, tiene como parámetro-guía lo establecido. Basta con analizar cómo funcionan las sectas satánicas, que sin el ritual católico no tendrían referente, y cómo las agrupaciones políticas opositoras y clandestinas a un cierto régimen, una vez que pasan al poder, siguen manteniendo la maquinaria oficialista tan criticada cuando se está en la vereda opuesta.
Los drugos tienen un extraño sentido de la caridad, que se refleja en el encuentro con las ancianas en un café. Las agasajan, les compran comida y bebida… A cambio ellas les ofrecen la coartada perfecta para cometer impunemente un brutal asalto. Pero ellos socialmente han actuado como buenos chicos, dando alimento al hambriento y bebida al sediento, y sin dar explicaciones, sólo a nivel tácito, que es como funcionan habitualmente las comunicaciones al interior de la organización (“se subentiende que Ud. debió actuar de tal modo ante tal circunstancia”), y es por ese estilo validado de castigo-recompensa, que las ancianas declaran que los muchachos nunca se movieron del lugar.
GLOBALIZACIÓN
El endiosamiento de la masividad, el desperfilamiento del ente individual por el beneficio grupal, el que todas las personas vean y escuchen lo mismo (¿torres gemelas?), genera reacciones opuestas, simbolizadas por la falta de esperanza de Alex, en contraposición con la ingenuidad o ilusiones del Lerdo, cuyo apodo refleja el irrespeto que se siente por las personas poco complejas, lo que se manifiesta en realidades tan opuestas como Japón y Chile, la admiración generada por seres (trabajadores) atormentados, estresados, con tratamiento psiquiátrico y que consuman algún tipo de medicamento contra la ansiedad, ese es el parámetro de eficiencia y éxito, los indicadores de una persona “dedicada” o simplemente trabajólica, por ende, funcional al sistema desde la disfuncionalidad.
En esta realidad que presenta “La Naranja Mecánica” es emblemático el ataque al escritor, en una apología a la belleza de la violencia, donde el contraste entre el nuevo sistema y el antiguo se percibe de manera brutal, la manera en que los drugos desprecian la forma de vida tradicional, la vejación a la esposa, mostrando cómo el sexo es sólo una forma más de hedonismo cruel.
No deja de llamar la atención la forma en que Alex se enfrenta a su Tutor, y al sistema que representa, cuestionando la forma en que se aborda el tema de la delincuencia juvenil. Por otra parte, este adolescente reconoce que un país no puede gobernarse en el caos, y reflexiona acerca de la causa de la maldad y la causa de la bondad, que según él su origen es simplemente el gusto de ser bueno o malo, o sea, hacer uso del libre albedrío del cual está dotado el Ser Humano.
Dentro del desarrollo de la trama, se advierte el desprecio que sienten los ancianos provenientes de una élite social ya en peligro de extinción, que repudia fuertemente a esta nueva generación “chelovaca”, que se expresa con jerga rusa y actúa de manera grotesca y burlona. Es el clásico enfrentamiento que se da a todo nivel, desde la primaria organización familiar con su brecha generacional y luego a nivel de organizaciones mayores, cuando los miembros antiguos prejuician los nuevos usos, conocimientos y costumbres de la gente más joven.
El punto más relevante de la historia, lo constituye el ataque a una anciana proveniente de esta vieja aristocracia. A partir de ahí se rompe el esquema en que funcionaba Alex, ya que sus amigos lo traicionan, y es apresado por la policía al ser el líder reconocible de la pandilla; aquí se verifica que los caminos del poder pueden ser extremadamente tortuosos, y que luego de ser admirado y seguido por varios, es abandonado, y ese poder que ostentaba es la misma causa de su perdición, puesto que Alex es el mayor responsable, la cabeza visible de una organización, y sólo tiene quince años.
Al estar preso, el protagonista se incorpora a otra organización que es el entorno policial y se siente oprimido y vejado, dado que las formas de trato son absolutamente violentas, o sea, la violencia institucionalizada de la cual nadie discrepa, porque es funcional a un sistema que glorifica la bondad.
Esta paradoja se comprueba en la escena en que el Tutor escupe a Alex como una forma de repudio, que en el fondo es el reconocimiento del propio fracaso al no ser capaz de “salvar” a su pupilo y ver que la rehabilitación es una soberana patraña, utilizada como excusa para una falsa bondad del sistema, que es el verdadero creador de seres desadaptados y disfuncionales.
Alex capta que la única forma de llevar una vida más llevadera dentro de la cárcel es convertirse en un buen feligrés para lo cual comienza a participar de la religión, dando la apariencia de ser un “buen chico”, aun cuando su fantasía era ser el romano que ordena la crucifixión de Cristo, además de tener fantasías sexuales con los pasajes del Antiguo Testamento. Esto demuestra que sólo la conducta aparente es la que importa dentro de una organización, dado que las intenciones reales pueden ocultarse y falsearse, sin que a nadie le importe demasiado.
Por último, se somete a la terapia de condicionamiento conductual antiviolencia, que va en contra del Libre Albedrío referido anteriormente. La terapia supuestamente es un éxito y así trata de reintegrarse a su antigua vida, pero ya nada es lo mismo: está convertido en un ser distinto al que era, otra forma de desadaptado incapaz de defenderse, rechazado y reemplazado por sus propios padres, lo que demuestra que una organización tiene vida propia pudiendo prescindir de un miembro y buscar a otro que sea más adecuado a sus fines, en este caso un joven agradable al que convierten en su “hijo”, arrendándole la habitación que era suya.
Luego de comprobarse que la terapia ha convertido a Alex en un ser “disfuncional”, es reacondicionado para volver a su estilo conductual original, a ser el pequeño granuja delincuente, soez y perverso que es necesario al macrosistema para demostrar que el orden y lo establecido deben seguir siendo el referente válido para funcionar adecuadamente, alimentándose parasitariamente de los “malos” para justificar su razón de ser.
Marisol Utreras Guerra, nacida en Valparaíso el 31 de mayo de 1968, Ingeniera en Administración de Empresas, lectora inveterada de ciencia ficción desde la primera infancia, colaboradora de Editorial Puerto de Escape en comentarios especializados de Ciencia Ficción y Fantasía en su sección “Bibliomancia”; presentadora de los libros de la Editorial y moderadora en los conversatorios literarios organizados en conjunto con la I. Municipalidad de Viña del Mar. Actualmente investiga acerca de la literatura distópica y sus referentes en la creación hispanoamericana. Su libro de cabecera y que salvaría del apocalipsis es “Cántico por Leibowitz”, de Walter Miller Jr.
Interesante análisis de un clásico del cine,me invita a mirarla nuevamente.
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Me gustó la mirada que se plantea, a pesar de que es un sombrío panorama.
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