Tantos futuros, todos terribles

Arte distópico para casos de emergencia

Por César Santivañez

Publicado originalmente en Crononautas (2020); Pandemonium Editorial; Lima.

Despiertas. Enciendes el televisor. Los canales transmiten solo imágenes de paisajes y señales de prueba. Movido por la curiosidad, buscas en internet. No hay noticias al respecto. Nada ha cambiado, salvo… Muchas páginas de ciencia ficción han dejado de existir. ¿Será posible? Clarkesworld, Asimov’s, Galaxies, Robot, Locus; tus revistas favoritas, todas desaparecidas, borradas de la red sin dejar rastro. Cualquier información acerca de Blade Runner, Children of Men, Black Mirror; no queda absolutamente nada. Asomas hacia la calle. Afuera, un símbolo de estricta simetría adorna las paredes de los bancos y edificios de gobierno. Por fin lo entiendes. Es el primer día de un nuevo orden.

Casi puedes sentir el calor de las llamas que devoran la tienda de cómics del primer piso. Debes actuar rápido. Sabes que pronto vendrán por ti. Con películas como 12 Monkeys, Mad Max y Planet of the Apes prohibidas, no tardaría en llegar el día en que el ser humano deje de ejercer su derecho a imaginar una realidad funesta (más, si cabe) y de ejercitar su capacidad crítica a través de la ficción. Es necesario preservar la información, a cualquier costo. Sin embargo, estás seguro de que no eres el único que ha pensado en poner a salvo las obras emblemáticas del arte distópico. ¿De qué otra manera puedes ayudar a salvaguardar la memoria del futuro, de tantos futuros que nunca existieron y en los cuales el hombre se enfrenta a su peor rostro?

Solo hay una respuesta. Tu nuevo propósito es ampliar el canon con otro tipo de obras, antes de que estas también sean borradas de la memoria colectiva. Joyas rebuscadas, visiones aterradoras y desbordantes de ese pesimismo que, a la larga, nos ha moldeado como especie.

Bloqueas la puerta de tu casa desde adentro y te encierras en tu habitación, dispuesto a llevarte lo mejor de tu colección.

Empiezas, cómo no, con tus cómics. Ya todos deben conocer a Judge Dredd, Akira y Transmetropolitan. Necesitas algo más. De pronto, ves algo refundido entre los anaqueles. ¿Cómo no se te había ocurrido? Le Transperceneige, una novela gráfica francesa de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, publicada inicialmente en 1982 por la editorial Casterman. La historia transcurre durante una era de hielo post-apocalíptica, en un tren compuesto por mil y un vagones. A la larga, se trata de una road story acerca de la naturaleza clasista y segregacionista del ser humano. Donde haya poder, habrá desigualdad.

Sigues hurgando entre tus volúmenes viejos. Pones a un lado tus tomos de V for Vendetta y Watchmen. ¡Tiene que haber más! Estás a punto de perder la esperanza, cuando algo cae desde lo alto de la repisa y te golpea en la cabeza. Lo recoges. Es nada menos que Borderline. Recuerdas bien ese libro. A pesar de haber sido publicado por primera vez en Italia, en 1996, es fruto de uno de los mayores tándems del cómic argentino: Carlos Trillo y Eduardo Risso. La configuración urbana y social que se plantea en el cómic es, de por sí, una genialidad: el palacio se levanta al centro, para los ricos, mientras que en la periferia los miembros del denominado infralumpen se autodestruyen en un círculo vicioso, que los obliga a vender partes de sus cuerpos para procurarse drogas. Borderline es, sin duda, una publicación amarga y llena de desesperación, no apta para los fans del cyberpunk más light y complaciente.

Un estruendo se escucha en el piso de abajo. Alguien ha roto una puerta: el sonido de la madera resquebrajándose es inconfundible. En el pasillo, una voz resuena a través de un megáfono y recomienda a los vecinos mantener la calma y colaborar con la requisa.

Guardas los cómics en tu mochila y volteas hacia el cajón de las películas. A estas alturas, el tiempo es un bien escaso.

Lo primero que salta a la vista es un antiguo cassette VHS de La Decima Vittima. La producción italiana de 1965 servirá, claro que sí: luego de la sexta guerra mundial, el hombre descubre que la violencia es innata en su especie, y que es necesario canalizarla para no desatar la catástrofe nuclear definitiva. Es así como se institucionaliza el crimen, a raíz de la creación de un concurso donde cualquiera puede ser la víctima, y cualquiera el asesino. En este contexto se desarrolla una trama repleta de situaciones absurdas y cómicas, claramente influenciadas por el pop-art y la commedia all’italiana. La Decima Vittima es un trabajo de gran impacto visual, libre de las convenciones de tono, género y ambientación con que suele relacionarse a este tipo de temáticas.

A su lado encuentras el estuche de Alphaville, uno de los filmes más arriesgados del director francés Jean Luc Godard. Data de 1965 y está narrado en una clave más que particular, a caballo entre la ciencia ficción, el noir y el folletín. El título extendido de la obra hace referencia al agente Lemmy Caution, personaje norteamericano que ya llevaba ocho películas en su haber antes de Alphaville, siempre con el actor Eddie Constantine en el rol principal. En la película, el hosco detective acepta la misión de rastrear a un colega desaparecido y, por si fuera poco, poner fin a la hegemonía de Alpha 60, una supercomputadora que ejerce el control psicológico sobre la población, y que está manejada por…

¡Bum, Bum! Alguien golpea la puerta de tu casa, con determinación.

—¡Policía! —¡Bum! ¡Bum!— ¡Abra ahora mismo!

Decides arriesgarte y no responder. Queda tiempo para una más. Eliges a la portentosa Bacurau, de Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles; un impecable weird western brasilero, ganador del premio del jurado en el Festival de Cannes 2019. La cinta narra las desavenencias de toda una comunidad subyugada por fuerzas invasoras ante la muerte de su matriarca. Un thriller situado en un futuro cercano, que no guarda reparos en denunciar el maltrato que suelen sufrir las poblaciones vulnerables, en aras de intereses más grandes que ellos mismos. Distopía sudamericana, que viene a ser casi un término redundante.

Escapas por la ventana justo cuando un ariete embiste la puerta de tu habitación y la hace explotar en mil astillas. Mientras corres por los tejados, imaginas a los agentes de policía revisando tus impresiones firmadas por Simon Stålenhag, el ilustrador sueco de imaginación salvaje. Casi puedes ver tus fotografías de Ward Roberts y Charlie Davoli bañadas en combustible, listas para ser incineradas junto con todo tu material. Una vida dedicada a explorar futuros imposibles, reprimida por un grupo de megalómanos con una política «idiotizante». Un amante de las probabilidades, abandonado a la improbabilidad de la fuga.

Pronto, el miedo se transforma en determinación. Estás casi seguro de que hay más personas como tú escondidas en los basurales, en las casonas derruidas, en los márgenes del río. Será fácil ganarlos a tu causa, a cambio de un poco de comida. En ti se despierta un hambre de futuro. Quizás, luego de muchos años, logres revertir la situación. Sueñas con un mundo donde la ficción sea la norma. Harás a un lado los diarios y las crónicas. Con contactos en los lugares adecuados, hasta podrás abolir ciertos libros. Deshacerte de ciertas personas. Ya verán… Ya verán.

Piensas en tu propio símbolo simétrico, y en cómo será verlo replicado por toda la ciudad. A pesar del fuego y las tropas, es una mañana hermosa.

Equipo Cronn

Publicado por ALCIFF

Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF), una organización comunitaria sin ánimo de lucro dedicada a la promoción y desarrollo de la ciencia ficción en particular y la literatura fantástica chilena en general. ALCIFF se desarrolla mediante los proyectos de sus integrantes nacionales e internacionales.

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