Leonardo Espinoza Benavides
(San Fernando, 1991)
To be with Art is all we ask
―Gilbert & George
En mi caso las cosas comenzaron una semana antes de lo pensado. Fui un pequeñito prematuro que nació en pleno invierno, en el Hospital de San Fernando: colchagüino contento, de fines de semanas familiares en mi querido Pichilemu y de paseos mágicos por Santa Cruz. La verdad es que he sido todo un nómade, pensándolo bien (bueno, tal vez no tanto, pero me gusta la idea). Después de San Fernando partimos para el norte a vivir a Antofagasta y desde entonces que disfruto pavlovianamente del sonido de las zampoñas y los charangos. ¡Ah!, el recuerdo de la primera parte de la primera infancia. Pero el calor no era ―ni es― lo mío. Mi enamoramiento geográfico vino con la siguiente parada que realizamos con mis padres. Nos fuimos a Coyhaique y mi amor por el frío se consagró como una especie de filosofía de vida. Nunca me ha hecho mucha gracia que el cielo sea celeste; encuentro que blanco-grisáceo le queda mejor, como lienzo abierto y receptor, algodonoso y no chillón. Quizá parezca poco relevante, pero, de alguna forma, siento que me define. Los días fríos, nublados, de lluvias escandalosas me llenan de una alegría realmente irracional. ¡Me dan ganas de abrazar al mundo entero! Lo debo haber pasado bien por allá en el sur. De todos modos, Santiago me clamó y salió victorioso. Acá llevo gran parte de mi vida y no me quejo. Vivo a dos cuadras de un cine y a diez pasos del Metro, ¿qué más? Solo me gustaría que hiciera menos calor en verano. Acá estudié y me formé: soy médico cirujano, especialista en dermatología. ¿Por qué la piel? Me lo preguntan de vez en cuando. Porque la piel… la piel lo refleja todo (música mística hippie de fondo; incienso hipoalergénico de buen olor). La medicina, qué puedo decir. Mi Vietnam con toques de Estocolmo. Y entonces, la ciencia ficción. Esta historia es la que me mantiene turgente y la que me hace mirar hacia las estrellas sabiendo que cerca de Alnitak, en el cinturón del flaco Orión, por ahí tal vez ande el comandante Zambrano (aunque tal vez ande en Pichilemu). Me encontré con la ciencia ficción en Marte, invitación de Wells y Bradbury, y luego el profesor Isaac me mostró sus robots. Hablando en serio: es mi pasión. Sin ella, me marchito. Y eso lo dice todo, creo. ALCiFF y la WSFA (en Estados Unidos) han sido sitios donde me he atrevido a depositar el corazón, confiando que son los destinos acertados. Y para que esta semblanza sea completa debo también mencionar el otro lugar donde vive parte de mí: en ese cine lento, muy lento, en blanco y negro, de los grandes maestros de mitad del siglo pasado. Mi nombre es Leonardo Espinoza Benavides, Leo para los amigos, y soy médico, escritor, cinéfilo y amante bienintencionado del café en sus múltiples formas. Un abrazo sincero, para todos.

This was lovely tto read
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