Cajón Desastre: Cuentos chilenos de ciencia ficción

En una entrevista realizada a Jorge Baradit con motivo de su libro Synco, allá por el año 2008, llegó a realizar una curiosa afirmación: “No me gusta la ciencia ficción”, porque la encontraba “muy endogámica, un círculo muy cerrado donde todos escriben más o menos lo mismo. Yo soy punk y detesto las imitaciones”. Irónico, si pensamos que Baradit ya era el autor número uno de ciencia ficción en Chile gracias a su novela corta Trinidad, ganadora del prestigioso premio europeo UPC. Antecedentes con los que fue invitado a participar en la antología Cuentos chilenos de ciencia ficción en el año 2010.

Esta colección, de editorial Norma, reúne a nueve autores y entremedio a cinco bellas ilustraciones de artistas nacionales (Félix Vega, Nelson Daniel, Martín Cáceres, Gonzalo Martínez y Demetrio Babúl). En un curioso inserto, la primera página de cada cuento, junto con una biografía del autor, incluye la película y el libro de ciencia ficción favorito. Dato que no aporta mucho, pues en casi ninguno de los casos el gusto personal nos adelante el estilo o tópico del cuento.

La antología la abre Alberto Rojas con Volviendo del frío. Una trama de reanimación criogénica – un clásico de la CF- que mezcla empresarios y científicos confundidos con transmigración de almas. Un cuento bien escrito y desarrollado, que deja gusto a poco y ganas de ver una segunda parte. El único pero, es que el mismo argumento ya lo había visto hace años en una serie de televisión gringa llamada So Weird. Baradit tenía razón, la ciencia ficción es muy repetitiva, he ahí la importancia de ser un buen narrador. Rojas se ha declarado un admirador de Asimov y se nota su influencia en el estilo de este cuento. Una anomalía en su trayectoria eso sí, pensando que Rojas partió escribiendo fantasía épica, y ahora escribe thrillers históricos.

Le sigue Francisca Solar, con un cuento que calza más como fantasía que ciencia ficción: Déjame ir. Una historia trágica sobre una humanidad que ha desarrollado un sistema para retener a las almas de sus seres queridos. Es la versión triste de Coco (sin un final feliz, mejor dicho), y también adolece de una brevedad que no es compensada por un remate lo suficientemente fuerte. Sí hay que reconocer que es una escritora con buena pluma, y eso da gusto de leer.

Después viene Réplica, del periodista Daniel Villalobos. Una historia sobre separación, soledad y androides. Bastante bien escrita, lo más alucinante de todo es que es casi la misma trama de un capítulo de Black Mirror estrenado años después. Villalobos perfectamente podría demandar a la serie británica, pero como ya dijimos, en este género hay que acostumbrarse a la idea de que los argumentos se repiten.

Los cuentos de Mike Wilson, Luis Emilio Guzmán y Carlos Tromben, dejan un insípido sabor a relleno, y la ciencia ficción se siente un pie forzado en sus tramas, que podrían funcionar perfectamente sin el elemento anticipatorio o científico que caracteriza al género.

 Baradit, era un autor que no podía faltar, y aportó a esta colección con Wunyelfe. Sin embargo, este texto es básicamente un refrito de sus cuentos La conquista mágica de América y Policía del Karma. Un claro exponente de su ciberchamanismo, pero no el mejor que tiene. Modelo 52 de Marcelo Simonetti, por su parte, es un cuento que envejeció bastante bien. Una hábil distopía sobre la guerra de los sexos, con trazos de 1984 y de Blade Runner, que sintoniza muy bien con la contingencia, y rematada por un final verdaderamente atrapante.

Cierra la antología Francisco Ortega con Dino Bonsai, un biopunk que mezcla dinosaurios, con una invasión extraterrestre y un adolescente sureño narcotraficante. Hay varios de los motivos de la biblioteca orteguiana presentes en este cuento: los “hemowares”, una suerte de pendrive inyectado en la sangre, son un elemento que también saldrá en la Trilogía de los Césares; el “neomapudungun”, un idioma mezcla de mapudungun con inglés, también lo veremos en la novela por entregas Santiago de Chile;  y el protagonista, un joven sureño trasplantado a Santiago, es algo recurrente también en Villalobos y en prácticamente cualquier autor oriundo de regiones.

***

Hay antologías que vienen de a pares. Pero cuando se trata de gemelos, siempre hay uno de los dos hermanos que destaca más que el otro, como vimos con Alucinaciones TXT e Imago Futura. De forma similar, Cuentos chilenos de ciencia ficción viene a ser la continuación natural de la antología Cuentos Chilenos de Terror, publicada en junio del mismo año y con casi los mismos autores. En ambos casos está ausente el nombre de un editor o compilador de los cuentos, y se repite el mismo formato: nueve autores best-seller con cuentos inéditos más bien breves y fáciles de leer, que no suman más de 160 páginas.

Es un libro de literatura comercial y se nota. Desechable y sin mucho esfuerzo por entregar un producto de calidad. Su mayor mérito es que reúne a los autores del mainstream de 2010, pero está lejos de ser una compilación representativa o que trascienda. En ese sentido, hay varias otras antologías (algunas reseñadas en este mismo blog, por cierto) que cumplen mejor estos objetivos.

Sí puede ser un buen gancho para los lectores iniciáticos en la ciencia ficción criolla. Su sencilla prosa y formato amigable con el usuario permiten que cada cuento se pueda leer en un viaje en el metro, y de ahí despertar el interés en el lector por indagar más en un autor en particular o por más libros de este género en Chile.

El mayor riesgo que se corre es que el lector se pegue una decepción o no encuentre lo que esperaba. Como dijimos más atrás, este no es un texto muy representativo. Rojas, Tromben y Baradit ahora se dedican a la ficción histórica o derechamente a la divulgación histórica (por algo son autores mainstream: escriben lo que está de moda). Wilson ya no hace ciencia ficción. Sólo Ortega y Solar han seguido activos y fieles al estilo con que figuraron en este libro. ¿Es culpa de la antología o de los autores por incursionar en un género que no los motivaba del todo? Un poco de ambos. Hay autores que claramente no tenían a la ciencia ficción entre sus primeras prioridades a la hora de escribir estos cuentos. Y otros que fueron un pie forzado de la misma editorial Norma en esta antología.

DIEGO ESCOBEDO RODRÍGUEZ
(SANTIAGO, CHILE, 1994)

Periodista, Licenciado en Historia y estudiante de Magíster en Historia. Realizó su práctica de periodismo en The Clinic, y ha colaborado con distintos medios como El Mostrador y Amo Santiago. Como historiador, se ha especializado en historia de Chile y Latinoamérica.

Desde niño fue un ávido lector de libros de ciencia ficción y fantasía. Entre sus autores de referencia están Isaac AsimovH.P. LovecraftHugo CorreaJorge BaraditFrancisco Ortega y Carlos Basso.

Ha publicado cuentos y artículos de ciencia ficción y fantasía en los sitios Tau ZeroSitio de Ciencia FicciónChilenia: Ucrónicas de la República y Chile del Terror, entre otros. Ha publicado un libro de cuentos titulado “Chile Mutante” (Biblioteca de Chilenia, 2019) donde cultiva varias de sus obsesiones, entre ellas la historia de Chile, las ucronías, el horror cósmico lovecraftiano y la ciencia ficción dura.

Publicado por ALCIFF

Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena. Fundada el año 2017.

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