El lenguaje trata de esconder al mundo: Un comentario a propósito de «Cadáver exquisito» de Agustina Bazterrica

Por Daniel Figueroa Arias

Terrorista,

Facho,

Zurdo,

Machista,

Sionista,

Progre,

Burgués,

Prole,

Feminista,

      ¡Cuidado! El lenguaje trata de esconder al mundo.

Siguiendo a Noah Harari (Sapiens. De Animales a Dioses, 2019) el sapiens desarrolló sus cualidades lingüísticas hace 70.000 años. Esto permitió la transmisión de datos, los cuales podemos transformar en información y de ahí tomar decisiones concretas: qué ropa usaremos según el tiempo, dónde encontraremos alimento, cuál es la mejor estación para la cosechar o empezar a construir. Preguntas correspondientes a un ámbito inmediato y de alcance limitado a un círculo de individuos a nuestro alrededor.

¿Qué llevó a la horda de simios a construir la ciudad, los países, los imperios de antaño? El sapiens es un animal que imagina, que transmite ficciones por medio del lenguaje y cree en las mismas, permitiendo aglutinar una masa casi inimaginable de individuos dentro de un marco de trabajo y convivencia común.

Siguiendo el argumento de Noah Harari, la civilización está fundada sobre ficciones o mitos (legales, religiosas, por mencionar las categorías más generales) de común acuerdo entre nosotros. Las leyes, las constituciones, el dinero, incluso las mismas compañías que se ven todos los días… no son reales en un sentido material. Existen por común acuerdo entre todos. Son ficciones apiladas sobre ficciones, sosteniendo los sistemas sociales y económicos del día a día. Todas creadas por el lenguaje. En un conglomerado tan sólido y plástico que su dominio nos parece insoslayable (parafraseando a Úrsula K. Le Guin). Configura el día a día, el cómo actuamos, trabajamos, incluso lo que comemos…

Cadáver Exquisito (Agustina Bazterrica, 2017) es una novela, ganadora de la 11ª Edición del Premio Clarín, considerada dentro del género de ciencia ficción. Sobre esta línea, en efecto, aparecen algunos elementos de tecnología los cuales aportan la tonalidad futurista, mas son accidentales. Ante todo, es un futuro próximo, uno en especial inquietante al percibirse tan familiar: cualquier ciudad, cualquier campo de Latinoamérica.

Desde el comienzo se nos deja claro el ritmo de la novela: «Media res. Aturdidor. Línea de sacrificio. Baño de aspersión». Es el golpe de un cuchillo de carnicero contra la mesa. Es un ritmo mecánico, el de la línea de la faena, del matadero. Lo otro que se nos deja claro: se trata de carne humana lo que está en la mesa.

Un virus infestó a los animales haciendo imposible convivir con ellos; no solo consumir su carne se volvió mortal, un roce, un rasguño, una gota de saliva es letal para las personas. Se pinta un panorama de caos inmediato, plagado de paranoia, pero sin dejar de seguir un guion aparente, hacia la solución al problema más «urgente» para la sociedad: buscar un sustituto de la carne animal para la dieta humana.

Esta supuesta solución no deja de sentirse disruptiva. En una época cuando se promueve (a veces con argumentos válidos, a veces no) el estilo de vida vegano o vegetariano y donde empiezan a existir las técnicas para la carne cultivada en laboratorio, la radicalidad de la subsiguiente solución canibalesca es justamente, demasiado radical.

Como anticipando este razonamiento, se suman más bondades al canibalismo: controlar la sobrepoblación, disminuir la pobreza, controlar la criminalidad (la única sentencia en el libro para los criminales es el Matadero Municipal). Cada solución a lo largo de la historia demuestra su futilidad. La pobreza se mantiene, la marginalidad es marcada por el acceso a la «carne» o el recurrir a fuentes clandestinas, la criminalidad y vandalismo son constantes. La estratificación de la sociedad es más grosera, están los que pueden comprar la carne y los «Carroñeros», quienes aguardan para robar o matar a la primera oportunidad. Estos se muestran como el estrato más bajo y numeroso de esa sociedad.

Tal pareciera que la única promesa cumplida fue el control de la población, reflejado en la sensación de vacío y abandono de la ciudad con sus espacios públicos.

El virus es puesto en duda y casi se demuestra su no existencia. A este respecto es clave el intercambio del protagonista, Marco, con su hermana en el capítulo 19 de la primera parte. Deja en claro dos puntos: 1) La gente vive aún presa de una paranoia absurda para él, sobre todo en la ciudad donde el contacto con lo natural es más esporádico; 2) Esto es una estrategia de manipulación por parte del gobierno. ¿Para qué? Sectores del mercado se benefician, la pena capital por medio del ominoso Matadero Municipal es una estrategia efectiva respecto de la población civil.

Si la ciencia ficción tiene una función de tomar los sistemas actuales de producción, de ciencia, de tecnología y llevarlos a sus extremos. ¿Qué nos querrá decir entonces Cadáver Exquisito? La respuesta está en las  palabras de otro de sus personajes:

Después de todo, desde que el mundo es mundo nos comemos los unos a los otros. Si no es de manera simbólica, nos fagocitamos literalmente. La Transición nos concedió ser menos hipócritas.

Urlet es un hombre descrito con un aspecto vampírico (incluso, originario de Rumania). Es dueño de un coto de caza de presas humanas, donde, los famosos que caen en deudas pueden ofrecerse para ser cazados y si sobreviven un tiempo pactado, ver sus compromisos cancelados. Puede considerarse uno de los personajes más lúcidos de la obra:

Hay personas que están dispuestas a hacer cosas atroces por mucho menos, cavaler. Como cazar a un famoso y comérselo.

Señala y acepta la atrocidad de lo que pasa, la atrocidad de su mundo. Pero sin condenarla. Por el contrario, «es maravilloso», es aceptar una parte de la naturaleza humana. Esto es una función que remite a la explicación de O’Brien en 1984 —de George Orwell— sobre la razón del Partido para aferrarse al poder. Allí la razón es directa, descarnada: el Partido es brutal porque se aferra al poder por el poder mismo, siendo este un fin en sí mismo; acá, las personas comen otras personas porque la naturaleza humana es atroz, vil y debe ser aceptada, así no más. El estado actual de su sociedad es un escalafón más en el sistema que se vino desarrollando desde antes, donde la explotación (consumo) podría ser encubierta, limitada en ciertos aspectos.

Siguiendo con la lectura desde 1984, se denota un aparato de poder sobre el individuo. El castigo es ominoso para quien rompa cualquier regla relacionada con la nueva dieta o el toque de queda en la ciudad. Una sola palabra mal empleada (persona, asesinato, usar el ganado como mano de obra) conlleva la pena capital: ser convertido en ganado y faenado en el Matadero. Incluso se puede especular que es la única forma de castigo público ya que no se menciona una prisión ni nada parecido.

Para el Estado, quien infringe las reglas deja de ser una persona, deja de ser sujeto de derecho, es ganado para ser consumido. Y el protagonista, Marco, lo sabe, lo siente y lo está destruyendo por dentro.

A través de Marco las palabras se describen con texturas, vivas, algunas son ríos de luces, elevan; otras, son solo  romas. Pueden tener agujeros negros, colapsan sobre sí. Otras se clavan en su mente. En los personajes, las palabras tienen su propia naturaleza, que Marcos percibe de forma precisa. Se trata de una sensibilidad poética de él mismo, cuando interactúa con las personas.

Esta estrategia literaria da a la palabra su punto central en la obra, como un elemento básico constructor de la realidad. Hay palabras peligrosas. No porque conlleven ir al Matadero; sino que desgarran por dentro. Marco deja claro esto desde el primer párrafo de la obra: «Esas palabras aparecen en su cabeza y lo golpean. Lo destrozan». Esas palabras son aquellas trasplantadas para enmascarar su mundo. Marco, igual que Urlet, ve la realidad desnuda y le resulta atroz, pero no puede aceptarla, a pesar su papel primario en la cadena de producción: es quien le enseña a otros como matar personas.

¿Cómo se convence a una persona de matar y comer carne humana? Primero, convenciéndola del «porqué». La necesidad de comer proteína es imperiosa y los seres humanos son la única fuente a la mano (aunque, si el virus puede afectar a las personas y matarlas, ¿el ser humano no vendría a ser un vector más como cualquier animal?).

Seguido, se construye la nueva estructura lingüística para sostener al nuevo mundo. La palabra asesinato no existe, se «faena» al ganado. Los torsos son reses, las manos son extremidades superiores, los pies llamados extremidades inferiores (manitos y patitas, según la usanza popular para cortes de cerdo). Los términos de la industria ganadera para vacunos y porcinos son adaptados para los cortes en las personas. Para lo demás, por defecto, se agrega la palabra especial y listo: «lomo especial», «costilla especial», «riñón especial».

Las personas no son personas: son mercancía, carne, producto, ganado, cabezas, etc.

Debajo de este velo de palabras especiales, las palabras de la novela describen el cuadro de los hechos materiales de muchas maneras. Acá podemos rescatar, a manera de mejor ejemplo, el cierre del capítulo 3 de la primera parte: los empleados del frigorífico preparando asado en cruz con un niño, para celebrar que uno de ellos tendrá un hijo.

Así el mundo queda escondido detrás de estas palabras. La carne es exquisita y escasa. Todos la quieren, aceptando la nueva estructura del mundo. La carne es el nuevo símbolo de estatus. Poseerla, comerla, cazarla, criarla. Y nada confiere más estatus que tener una persona desmembrada, viva, en un cuarto de la casa.

Por el otro lado, ¿cómo se reduce a una persona a un animal? Justo: se le quita la capacidad de hablar (les extirpan las cuerdas vocales), son marcados como un número de identificación, jamás tienen nombre. Y, ¿qué pasa con una persona quien es criada y tratada como animal? Tiene una mirada de terror o  de locura, sugiriendo la mente atrapada, truncada dentro de un cuerpo desarrollado como alimento. También se muestra como al retomar el trato humanitario, la humanidad se puede reconstruir, de a poco… como en Jazmín, un obsequio hecho a Marco y quizás también en el Perro, el ayudante de una carnicera, de quien se dan pistas de que se trata de una cabeza de ganado sin marcar.

La programación lingüística para no ver un ser humano sino un animal, es la consumación del aparato de control. Tampoco nada nuevo en la historia de la civilización.

Por otro lado, la novela nos da la  imagen de aquellos quienes no se someten a esta función del pensamiento. Winston en 1984 sospechaba o tenía como creencia que todo fue mejor antes; algunos personajes en Cadáver Exquisito saben que así fue y no aceptan la nueva realidad. Marco desde la primera página deja claro que las palabras lo destrozan. Él observa la realidad como es, están matando personas, está enseñando a matar personas y comercia con personas para atrocidades que apenas puede soportar. Está solo, la dicotomía entre el discurso oficial y las palabras lo está matando.

Otro personaje en esta línea es el padre de Marco, don Armando, quien al inicio de la obra se encuentra ya internado en un asilo con demencia, acaso vaticinando el futuro que puede esperarle al mismo Marco. Sirve como ejemplo de los que no toleraron el cambio o la «Transición» como es llamado en la novela. Padecen depresión aguda llegando a la demencia o el suicidio. De nuevo, las palabras se describen en él, esta vez encapsuladas, atrapadas en un cuerpo que espera la muerte, pudriéndose, envenenándolo.

Siguiendo la tradición orwelliana, el lenguaje es manejado desde arriba. Y si en  1984 se trataba del manejo por una estructura de partido; en Cadáver Exquisito no se describe el aparato gubernamental, pero sí se deja claro que se trata de una estructura de estado controlado por el mercado, el cual ejerce presión sobre los aparatos de gobierno.  Esto es  una diferencia clave respecto a la obra de Orwell, quien criticaba al sistema de gobierno totalitario de corte comunista. Bazterrica deja claro que el aparato de control orwelliano perfectamente se puede dar en las sociedades donde prevalece el libre mercado y valores en apariencia más «liberales».

La sociedad orwelliana no puede verse completa sin el componente de la violencia, tanto estatal como cultural. La violencia de estado se permea hacia la cultura, conformando un ciclo de retroalimentación, el cual sostiene al aparato de poder. En la novela, primero fue la desensibilización de la población hacia la violencia: pilas de mascotas domésticas muertas, cadáveres quemados. En el mejor de los casos, algunos los abandonaban en el bosque, a otros les aplicaron eutanasia en sus casas. La masa siempre fue más violenta, persiguió todo animal doméstico en las ciudades, matando a sangre fría incluso a los dueños que intentaron defender a sus compañeros. De nuevo una palabra lo esconde todo: «Transición».

Ejemplos de la violencia permeada en la cultura son comunes. El coto de caza, los adolescentes con los cachorros, la Iglesia de los Inmolados, el «inocente» juego de los niños de adivinar el sabor de una persona (el cual da nombre a la obra). La única frontera, por el momento, es el anonimato. Comer carne con «nombres y apellidos», carne proveniente una persona no marcada como ganado es mal visto fuera del mercado negro. Aunque incluso este tabú comienza a verse resquebrajado en la forma del coto de caza, o los Carroñeros.

La atmósfera de la novela es tan cercana que la vuelve inquietante. Cada página se antoja tan cotidiana. No hay alta tecnología o fantasía distrayendo al lector de ese mundo, el cual puede comenzar a la vuelta del reloj.  Y, ¿cómo comienza? Cuando llamamos carne o ganado a la primera víctima y le cortamos la lengua para que no proteste. Después de todo, las palabras y sus imágenes erigen estructuras imaginarias, las cuales se aceptan como reales dentro de la civilización. En nuestra realidad, este juego de esconder y callar a la víctima detrás de las palabras ya ha terminado. En otros, se está desarrollando, envolviéndonos, repitiéndose en la construcción de un mundo el cual existe de esta manera por acuerdo tácito. La mesa ya está servida, solo falta terminar de escoger quien es el comensal y quien es la comida.

Referencias

Bazterrica, Agustina. (2018) Cadáver Exquisito. Primera Edición. Editorial Alfaguara España.

Harari, Yuval N. (2019) Sapiens. De animales a dioses. Primera Edición. Penguin Random House Grupo Editorial. España.

Orwell, George. (1952) 1984. RBA Ediciones. España.

Imagen portada libro: penguinlibros.com

Equipo Cronn

Publicado por ALCIFF

Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF), una organización comunitaria sin ánimo de lucro dedicada a la promoción y desarrollo de la ciencia ficción en particular y la literatura fantástica chilena en general. ALCIFF se desarrolla mediante los proyectos de sus integrantes nacionales e internacionales.

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