La ficción climática en «Los invasores», de la escritora guatemalteca Ligia Escribá

Marilinda Guerrero Valenzuela

Publicado originalmente en el diario digital gazeta

Introducción

El tema de la violencia es connatural a la historia misma de América Latina, y no es de extrañar que uno de los principales retos para una sociedad que ha vivido una situación de guerra sea encontrar distintas maneras de pensar o articular el trauma vivido. Al situarme en la región geográfica de Guatemala, país que forma parte del istmo centroamericano, no podemos pasar por alto cómo la violencia ha ocupado un puesto importante en la producción de las narrativas literarias durante y después de la guerra. En la literatura guatemalteca de los años ochenta se planteó la función del intelectual como escritor, periodista, testigo de la realidad social y cómo más allá de utilizar la literatura desde lo burgués, debía utilizarla como la forma textual de una época revolucionaria, cuyo objetivo fuera dar voz al otro a través del género del testimonio. Después de la guerra, el discurso literario sufrió una transición. De estéticas insurgentes fue cambiando hacia las memorias y los desencantos. El escritor se colocó primero a favor de la insurgencia y luego se volvió testigo de los aconteceres y pactos sociales que representaban una «democracia». Los autores utilizaron el trauma que quedó en las sociedades tratando de exorcizar el legado violento de la sociedad civil. Es así como escribir una literatura que dialogara con el realismo de la guerra y la posguerra se volvió el tema central de las publicaciones guatemaltecas, dejando fuera otro tipo de diálogos con la realidad planteada a través de narrativas como lo fantástico y la ciencia ficción. El hecho de publicar cuentos desde la marginalidad de estos géneros en los años 80, en una época donde el discurso revolucionario formaba parte de la agenda literaria pudo haber sido una de las razones porque la autora Ligia Escribá es prácticamente desconocida en Guatemala. Ella es una autora que decidió escribir desde los géneros no miméticos para dialogar con el presente que la rodeaba. Publicó varios cuentos en el diario El Imparcial, un diario que albergó por muchos años el pensamiento, la vida cultural y social del país hasta su cierre y cuyas publicaciones fueron rescatadas gracias al centro de investigaciones regionales mesoamericanas (CIRMA). Fue ahí, donde la autora publicó durante los de 1980 a 1983 reseñas literarias y cuentos dentro de los géneros fantástico y ciencia ficción entre ellos el texto «Los invasores» publicado el 15 de abril de 1982, que dialoga con la ficción climática y la ecocrítica para cuestionar la sociedad, sus hábitos y la relación del medio ambiente con el hombre.

Marco conceptual

El estudio de la ciencia ficción en países latinoamericanos con una producción escasa es prácticamente nulo a comparación de países con una larga presencia del género dentro la literatura (Cuba, Brasil, Argentina, México) Para Silvia Kurlat Ares, algunas de las razones por las cuales el estudio crítico de la ciencia ficción en América Latina se hace complejo, es debido a que muchos rastreos de fuentes bibliográficas han sido en la producción anglosajona o en lo fantástico (si no lo confunden o mezclan con el realismo mágico) buscando formas de legitimar una producción literaria que no se ajusta al contexto latinoamericano.

Sucede entonces lo que menciona Pablo Cappana, que al medir la ciencia ficción latinoamericana desde los cánones con los que la corriente anglosajona trabaja, se proyectan los propios prejuicios como afirmaciones y delimitaciones en el sentido que la ciencia ficción es viajes en el tiempo, marcianos, naves espaciales, etc. Cappana menciona que «más allá de toda la parafernalia futurística y galáctica, esta trata siempre acerca del presente». La ciencia ficción en América Latina se ha utilizado como un diálogo entre el contexto histórico y social que rodea al autor.

La ficción climática (cli-fi), según Mariana Reyes, término adoptado en el año 2007 por el periodista Dan Bloom, plantea cómo el deterioro del medio ambiente no sólo pone en riesgo nuestra propia existencia, sino que le da un vuelco a todo proyecto civilizatorio y a nuestras formas de convivencia. Como menciona Timothy Morton, son bucles habituales que surgen cuando el ser humano quiere «dominar y controlar» la gestión del medio ambiente, dañando así los ecosistemas. En la literatura, si observamos con atención, podemos ver cómo la naturaleza ha sido retratada como una especie de «decorado» donde el ser humano es ese ente ajeno al entorno ecológico que lo rodea y sobre el cual ejerce acciones y discursos dañinos que la reducen a ser un depósito de materias primas al servicio de la civilización.

Rodge Class menciona que a diferencia de la ciencia ficción, la ficción climática es desarrollada principalmente desde la advertencia, más que el descubrimiento. Aquí no hay naves descomunales cruzando el espacio, sino que la mayoría de los horrores descritos nos parecen extrañamente familiares. Ligia Escribá, en su cuento «Los invasores» plantea una ciudad que de pronto, se ve asediada por un fenómeno climático extraño. El polvo y la arena comienzan a cubrir las casas.

El amanecer de cada nuevo día se había convertido en una amarga pesadilla para los habitantes de aquella ciudad. Previo a irse a la cama, invocaban por las formas que conocían o inventaban para que al despertar no se repitiera el fenómeno que desde hacía algunos días les atormentaba. Y la angustia crecía con el transcurrir de los días y sus rostros se arrugaban y sus cabellos se transformaban de una hora a la otra en blancos. Y seguían encontrando al despertar sus muebles y el piso de sus casas cubiertos de polvo y arena.

En el texto de Escribá, los habitantes de la ciudad reaccionan de diversas formas y los separa en grupos. Encontramos los que explican el fenómeno desde la ciencia, desde la religión, los que deciden utilizar el fenómeno como un medio de expresión a través del arte, así como los que deciden montar un negocio a raíz del fenómeno.

Algunos de los ciudadanos, los «prácticos» consideraron que las posibilidades económicas que poseían ese polvo y esa arena como materiales de construcción. Decidieron comercializarlos. Reunieron en los patios y jardines de sus casas el polvo y la arena e hicieron el anuncio en los periódicos.

Para Lucía Leandro, las responsabilidades ambientales están directamente vinculadas con el modelo de consumo capitalista fomentado desde los centros hegemónicos de poder. En el texto de Escriba, ninguno de los habitantes busca una solución al problema, todos asumen este suceso desde una mirada antropocéntrica, mágica, científica, artística, desde un entorno con una aparente ausencia de fauna y flora, lo que lo lleva a uno como lector a imaginar, que estamos frente a una ciudad asfaltada, insertada dentro de un ecosistema que trabaja a favor de ésta, a cualquier costo, una ciudad que podría ser fácilmente extrapolada a nuestra realidad. Conforme avanza el relato, el clima de la historia va desde una sensación de asfixia al terror, los habitantes se ven rodeados de un ambiente opresivo, cargado, sin esperanza, el polvo y la arena entra por la boca de sus habitantes provocando muerte, silencio, hasta cambiar la arquitectura del sitio.

No quedó ninguna persona con vida ni ninguna casa en pie. La ciudad, en otra época orgullosa de sus edificios y bellezas naturales, fue convertida en un pantano. Ninguna explicación ha podido justificar ese final insospechado. Hay quienes han opinado que fue una lluvia de polvo y arena que se prolongó por varias semanas con objeto de hacer que los ciudadanos se unieran por una causa común; como no lo hicieron el agua se encargó de exterminarlos.

Algunos autores de ciencia ficción han decidido preservar su habilidad para extrapolar a partir de condiciones visibles en el presente y especular acerca de las consecuencias futuras de nuestro pensamiento y acciones. Por ello, menciona Alberto Chimal al hablar de la ficción especulativa latinoamericana, se ha deseado separar por medio de la denominación ficción especulativa, a aquellas obras que utilizan el género para resignificarlo no como una herramienta de promoción sino de exploración de lo por venir.

En 2018, en una región de la costa sur guatemalteca, ocurrió una erupción volcánica de parte del volcán de fuego que provocó la muerte de más de 300 personas y dos mil heridos. Quedaron soterrados varias casas y poblados, modificando la geografía del lugar. Una tragedia caracterizada por un mal manejo de la emergencia y los fondos destinados a ella por parte del Estado guatemalteco. Leer el texto de Ligia Escribá me remontó a este suceso, donde por muchos días el volcán estuvo haciendo erupción y no hubo lluvia por varios días.

Arribar a la cuarta semana y a un metro de altura de polvo y de arena marcó el inicio de una nueva fase en sus vidas. Surgieron las primeras víctimas. Murieron ahogados aquellos que por la estatura o la poca habilidad no pudieron esquivarles. Los familiares de los fallecidos no se atrevieron a llorar por temor a que sus lágrimas provocasen más problemas de los que ya tenían al mojarse el polvo y la arena.

La autora dirige su mirada hacia un entorno que no tiene un papel pasivo, parece devolvernos nuestro antropomorfismo a modo de cuestión y acertijo. Una utopía desde la mirada del otro, porque como menciona Fredric Jameson, la utopía es igualmente inimaginable, ya que sus imágenes reflejan siempre una especie de proyección antropomórfica, que podemos limitar al reconocerlas como proyecciones de nuestra propia sociedad y de sus obsesiones provincianas.

Conclusión

Ligia Escribá, a través de su texto «Los invasores», plantea una ciudad que se ve asediada por un fenómeno climático extraño, que engulle a todos los habitantes hasta desaparecerlos. Invierte los papeles. En lugar de la naturaleza ser un objeto de decoración pasivo, se vuelve un personaje activo, que busca remover lo que le estorba, el ser humano. La autora dialoga desde la ciencia ficción climática con temas relacionados con la ecocrítica, en un momento donde el discurso literario debía ser realista y con la mirada hacia el contexto histórico de la época. En su texto Los invasores, la autora utiliza la ficción climática como una herramienta de exploración de lo por venir

Bibliografía

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Jameson, Frederic. Archaeologies of the future. The Desire Called Utopia and Other Science Fictions. Nueva York: Verso, 2005.

Kurlat Ares, Silvia. La ciencia ficción en América Latina: entre la mitología experimental y lo que vendrá. Revista Iberoamericana #238,239 (2012) 15-22.

Kurlat Ares, Silvia. La ciencia ficción en América Latina. Aproximaciones teóricas al imaginario de la experimentación cultural. Revista Iberoamericana #259-260 (2017) 255-261.

Leandro Hernández, Lucía. De ficciones climáticas centroamericanas: «Abel» de la escritora costarricense Ana Cristina Rossi. 452F.#21 (2019) 106-124.

Morton, Timothy. Ecología Oscura. Sobre la coexistencia futura. Barcelona, España: Ed. Planeta, 2019.

Ortiz Wallner, Alexandra. «Escrituras de la sobrevivencia: narrativa y violencia en Centroamérica». En Perversiones de la modernidad. Literaturas, identidades y desplazamientos. Guatemala: F&G editores, 2012.

Perez, Yansi. «El poder de la abyección y la ficción de posguerra». En Perversiones de la modernidad. Literaturas, identidades y desplazamientos. Guatemala: F&G editores, 2012.

Reyes, Mariana. Cli-fi o ficción climática. Un género literario acorde con el futuro de la humanidad. Revista replicante (2018).

Equipo Cronn

Publicado por ALCIFF

Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF), una organización comunitaria sin ánimo de lucro dedicada a la promoción y desarrollo de la ciencia ficción en particular y la literatura fantástica chilena en general. ALCIFF se desarrolla mediante los proyectos de sus integrantes nacionales e internacionales.

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