Ciencia Ficción: ariete de las fronteras literarias, por Cristián Donoso Ulloa

En teoría, todo egresado de enseñanza básica debería estar familiarizado con los Géneros Literarios, las tres grandes casas del arte de la lectura, escritura y comunicación. Narrativo, Lírico y Dramático; prosa, verso y diálogo (o monólogo). Dichas esferas se dividen a su vez en subgéneros, ramificándose cada cierto tiempo en nuevas formas de expresión, dado que la literatura no es un ser muerto, estático. Sin profundizar en el tema, todo género y sus derivados son encasillados por forma y temática en estructuras cerradas que diferencian cada tipo de lectura o arte, encasillándolas en estrechos márgenes y marcadas a fuego por ellas antes de lanzarlas al público. Su identidad está restringida a esos mismos límites definidos.

Sin embargo, al enfrentarnos a la ciencia ficción nos encontramos con un dilema, ¿qué es la ciencia ficción? ¿Es acaso un género mayor, un subgénero? ¿Dónde comienza y hasta dónde llega su orbe de influencia?

La primera respuesta, sencilla en realidad, es que no está fuera de los tres grandes géneros principales, pero se desliza entre ellos como un pez en el mar de letras. Puede ser expresado en prosa, en forma de novelas, cuentos y ensayos; asimismo, existen poemas y cantos con esta de fondo. Obras, monólogos y otras tantas demostraciones lo situarían perfectamente en el teatro.

Entonces es una temática, un grupo de conceptos, ideas y elucubraciones. Bien hasta ahí.

Pero, ante una revisión más delicada notamos pronto que estamos ante una narrativa ingobernable. ¿Dónde termina la ciencia ficción y comienza la fantasía? Quizás es por eso que la ciencia ficción representa para algunos un cierto tipo de libertad, una libertad que arroja tanto al infatigable lector como al escritor hacia otros planetas en (¿aún?) inexistentes futuros; hacia presentes alejados de la cotidianeidad y pasados que podrían no haber sucedido como lo cuenta la historia universal. Es un lugar donde la diferenciación entre mundos y planetas está a la orden del día, donde los gatos atraviesan las paredes y los perros son paseados por corporaciones. Es el hogar de la Ucronía, la Utopía y la Distopía; del ¿qué hubiese sucedido sí..?, ¿Qué estaría pasando ahora sí..?, ¿qué sucedería sí..?

La ciencia ficción, aunque no tiene fronteras sí admite ciertas reglas, pero su alma impetuosa las contradice cuando la situación exige, invadiendo a veces, codiciosa, otras formas de literatura. Asimismo, con dadivosa virtud, permite que otras literaturas entren en sus difusos márgenes y se apropien de ellos: el trueque perfecto, la coexistencia. Aquella misma apertura de mente permite la autonomía del escritor, siempre que su bagaje cultural le permita exponer aquellas ideas a la humanidad con palabras moderadas, pues no se trata tan solo de un ensayo de ciencia… aunque también hay ensayos respecto a esta.

Sin embargo, para que una obra sea considerada dentro de la ciencia ficción, debe estar inserto el concepto de especulación. La unión de ciencia y ficción en una frase no corresponde a un oxímoron como esgrimen algunos detractores del por muchos años Patito Feo de la literatura, pues se basa en la premisa de una búsqueda sobre los distintos caminos que la sociedad pudo haber transitado o transitará alguna vez. La ciencia ficción no está definida del todo, y al ser un género con límites tan amplios -o estrechos, depende de cómo se acote-, está cargada de subjetividad, dando pie a que existan miles de concepciones de esta.

Por desgracia, un concepto muy en boga hoy en día gracias a Hollywood, ha sido el que la gran mayoría de las personas asuman que «si hay tecnología (naves, robots, etc.) es ciencia ficción; ergo, si no hay tecnología no es ciencia ficción«. Esta falacia del tipo todos los cuervos son negros, de manera inconsciente, hace olvidar al público que objetos tan cotidianos como una simple cuchara o un bastón son productos tecnológicos. Especulación es la palabra clave y merece ser repetida, pues no todos los escritos con mención a extraterrestres pertenecen a ella, pero los textos de ciencia ficción pueden hacer uso de aquello, como la mítica Fundación, donde los extraterrestres son los mismos humanos nacidos fuera de la Tierra. A final de cuentas, toda definición está sujeta a la percepción de cada uno (dentro de ciertos difusos límites).

Asimismo es posible encontrar distinciones dentro del género (llamémoslo género por economía de lenguaje). La ciencia ficción dura y blanda son los mejores ejemplos ello.

En ciencia ficción blanda básicamente son tratados los mismos aspectos básicos mencionados anteriormente, aunque con un amparo mayor en la fantasía o, simplemente, ofreciendo respuestas vagas respecto a tecnología, descubrimientos reales y otros. Ejemplos clásicos de esta rama serían La guerra de los mundos, de Wells; la saga Lucky Starr, de Asimov; Aquí yace el Wub, de K. Dick; la renombrada Guía del autoestopista galáctico, de Adams; Los Altísimos, del chileno Hugo Correa, Starship Troopers, de Heinlein, y un largo etcétera coronado por los relatos de la llamada «Era dorada de la ciencia ficción«, donde predominaron las invasiones extraterrestres en lugares normalmente poco habitados. También en forma de distopías se presentarían El día de los trífidos, de Wyndham; La guerra de las salamandras, de Capek; Metro 2033, de Glujovski y Planilandia, de Abbott como ejemplos remarcables. Las sagas de Dune (Herbert), Starship (Resnick), Ender (Scott Card) son exponentes altamente reconocidos en el mundo de la literatura.

La ciencia ficción dura, por otro lado, trabaja en base a lo existente y sus progresos (o retrocesos), con el hombre como principal herramienta de cambio. Especula sobre un futuro plausible, donde todo, por muy alocado que parezca a mitad de la obra, sea consecuencia de los actos humanos y la sociedad. No está libre de potenciales deus ex machina o los infames Mary Sue -concepto moderno pero bastante acertado y fácil de caer en él, por desgracia-, pero éstos suelen poseer características menos alejadas de «la realidad», la misma realidad contra la que se lucha por crear. Podría llamarse rigor científico si no fuese porque, más que un tema de escalas blanda/dura, se trata de matices. Así, Caballo de Troya, de Benítez podría ser considerada más dura que Fundación, de Asimov. Los viajes temporales aún son ni remotamente alcanzables (de hecho, ni siquiera se conoce aún su posibilidad), pero su descripción de los mecanismos e inventos para llevarlos a cabo parecen ser más reales que el control mental de futuros humanos espaciales.

En esta literatura aparecen obviamente las obras de Julio Verne, quizás el mayor anticipador del género; la saga de Miles Vorkosigan, de Lois McMaster Bujold; Clarke con Claro de Luna, Historia del Futuro, de Heinlein; Yo, Robot, de Asimov; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de K. Dick; El Despertar del Leviatán, de S.A. Corey; y otros famosos textos. Asimismo, las novelas Los ojos de Heisenberg, de Herbert; 1984, de Orwell; Un mundo feliz, de Huxley; Farenheit 451, de Bradbury; Snowcrash, de Stephenson; y We, de Zamyatin, serían -claramente entre muchas más-, distopías de esta índole. El Hombre en el castillo, de K. Dick, es una Ucronía, el relato de un hecho que no ocurrió pero que podría haber ocurrido.

Así, aunque la ciencia ficción aunque comparte un espacio con la fantasía respecto a la no existencia de la situación expuesta, trata de elementos manejables, situaciones que pueden ser abordadas por el hombre mediante el uso de la razón, la ciencia y la lógica. Asimismo, estas situaciones suelen basarse en especulaciones del rumbo al que se dirige la humanidad conforme la sociedad toma decisiones hacia el futuro.

Los autores rara vez se encasillan en un solo tipo de premisa, y no es raro que los casos más notables se encuentren justamente entre los nombrados tres grandes del tema: Asimov, Heinlein y Clarke. Como dato anecdótico, la situación de la ciencia ficción se replica incluso en este mismo triunvirato intelectual, el cual no es oficial: hay quienes postulan a Verne, K. Dick, Bradbury y otros como merecedores de alguno de esos puestos.

Para concluir, aunque los senderos que recorre la ciencia ficción están definidos estos márgenes son, en el mejor de los casos, difusos. Ya que no existe un consenso oficial respecto a los límites del género este es dejado a criterio del binomio escritor/lector como parte del pacto establecido entre ambos al momento de enfrentarse a un texto de esta índole. Cada respuesta que nos entrega es degollar la mitológica Hidra; solo multiplicamos las preguntas y, ¿qué es si no la ciencia sino la búsqueda constante de respuestas?

Cristián Donoso Ulloa, 2019.

Cristián Donoso Ulloa es paramédico de profesión, escritor de corazón, lo que le acarrea a veces innecesarias explicaciones. Su infancia fue la de ratón de biblioteca; su juventud, la de un ferviente devorador de libros. Cuando tuvo el valor de enfrentarse al blanco de una página vacía tenía una carrera universitaria congelada a sus espaldas y empezaba su educación técnica. Mantiene inédita su novela Phnom Penh 97 y un compilado de cuentos, los que saldrán a luz dentro de este año 2019. Su búsqueda, más que llegar a ser un escritor de renombre, es el poder ayudar a mantener con vida la ciencia ficción nacional, fomentar su lectura con mirada crítica y no solo estética.

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