CHEN QIUFAN, el escritor que nos visitó desde el Reino Interior (*), por Rodrigo Juri

El pasado viernes 7 de septiembre de 2018 tuve la inesperada oportunidad de asistir a una conferencia dictada por el escritor chino de ciencia ficción Chen Qiufan. Chen Qiufan no solo es uno de los más importantes autores contemporáneos del género en China, sino que también es presidente de la Sociedad China de Ciencia Ficción, institución que pretende postular para una Worldcon en Shangai para 2023.

Chen Qiufan es una persona gentil, y más que dispuesta no solo a cumplir con las exigencias de quienes lo han invitado a Chile, el Instituto Confucio, sino que al interés de los aficionados, por lo que no tuvo inconveniente en dedicarme algunos minutos de conversación antes y después de su charla. Incluso quedamos para reunirnos por un café, pero incompatibilidades de agenda hicieron imposible tal encuentro.

La conferencia trató sobre la historia de la ciencia ficción china, que el autor dividió en tres etapas; principios del siglo XX al amparo de la última dinastía de emperadores, después de la Revolución Cultural a fines de los 70′, y la era actual donde la ciencia ficción china no solo se ha validado en su propio país, sino que ha salido a conquistar los mercados internacionales. Como portavoz de una comunidad de escritores, y dejando de lado el legitimo derecho de exponer sobre si mismo, Chen Qiufan se dedicó a alabar la obra de sus pares, como Han Song, Hao Jingfang (Folding Beijing, premio Hugo 2016), Xia Jia y sobre todo la de Cixin Liu, el conocido creador de “El Problema de los Tres Cuerpos” (premio Hugo 2015), sin dejar de mencionar el fundamental aporte de Ken Liu.

No voy a extenderme sobre el contenido de la conferencia. Quienes quieran conocer más sobre la historia de la ciencia ficción china pueden visitar el artículo “A Brief Introduction to Chinese Science Fiction”.

Si es de mi interés profundizar sobre las características particulares de la obra de Chen Qiufan y de su rol en el género. Chen Qiufan nació en Shantou, en la provincia de Guandong, en 1981, y este contexto espacial y temporal es muy relevante al intentar entender su trabajo. Esto porque Shantou fue una de las “zonas económicas especiales” establecidas por Deng Xiaoping. El mismo autor señala:

De esta forma, mi infancia transcurrió en relativa comodidad material y en un entorno con mejores enfoques educativos y una creciente apertura de la información. Pude ver Star Wars y Star Trek, y leer muchos clásicos de ciencia ficción. Me hice fan de Arthur C. Clarke, H.G. Wells y Julio Verne. Inspirado por ellos, publiqué mi primer cuento cuando tenía 16.
Pero apenas a setenta kilómetros de donde vivía había otra pequeña ciudad – bajo la misma jurisdicción administrativa – donde predominaba un estilo de vida totalmente distinto. En esta ciudad de menos de 200.000 residentes, más de 3.200 negocios, muchos de ellos nada más que pequeños talleres familiares, establecieron un centro de reciclaje de desechos electrónicos. Basura electrónica altamente tóxica de todo el mundo, pero especialmente del mundo desarrollado, fue embarcada hasta allí – usualmente de manera ilegal – y obreros sin ningún tipo de entrenamiento o protección los procesaban manualmente para extraer metales reciclables.


A veces a esta generación de autores de ciencia ficción chinos se les ha llamado la Nueva Ola China. Creo que son pocos los miembros de ella que realmente merecen ser comparados con la vieja Nueva Ola, la de Ballard, Brunner y Ellison (por mencionar a algunos). Chen Qiufan sin duda se cuenta entre esos pocos. No solo por su cuidada narrativa, uno de las estandartes de aquella vieja Nueva Ola, sino porque sus temas se enmarcan plenamente en el “mundo interior” definido por J. G. Ballard. Cuando nos enteramos sobre la infancia de Chen Qiufan no nos debe caber mucha duda respecto del origen de estas inquietudes.

De hecho, en cuentos como “Let There Be Light” o “The Flower of Shazui” se observa casi de forma explícita una reconstrucción del escenario antes descrito por él mismo. Una urbe rica en lo material, pero vacía en lo espiritual, junto a su contraparte empobrecida, pero donde todavía es posible encontrar elementos de verdadera humanidad. En “Let There Be Light” será la rebeldía ante lo establecido y en “The Flower of Shazui” la compasión y la esperanza, quizás vana, de redención.

Pero el mundo interior de Chen Qiufan es mucho más que escenario. La alienación del individuo es sin duda su eje temático principal, tal como el mismo explicó en la conferencia en en Centro Confucio. La observamos especialmente en historias como “The Smog Society” donde el protagonista, despojado de todo lo que puede tener significado para él, se enfrenta a una ciudad gris sin ninguna esperanza personal, a pesar de que sus necesidades materiales parecen satisfechas. Literalmente, el color le ha sido arrebatado, pero no por otros, sino por su propia incapacidad de elegir un camino diferente. Y de ahí la culpa, que es, creo yo, el verdadero smog en su interior.

La incapacidad de elegir es un tema que Chen Qiufan vuelve a tomar en “The Fish of Lijiang”. En este relato acompañamos a un protagonista aparentemente conforme con su existencia acelerada y carente de significados (pero siempre abundante en lo material), a unas vacaciones forzadas. Es interesante constatar como a un nivel intelectual el personaje logra entender que su felicidad depende de abandonar el rumbo que ha tomado su vida, pero la inercia es más fuerte y termina por aceptar, casi contemplativamente, que no es capaz de ello.

De esta forma, en estos cuatro relatos, Chen Qiufan intenta exponer el crudo sinsentido de lo que podría llamarse el “sueño chino” (para compararlo con el “sueño americano”) en la actualidad. Más que explorar las posibilidades del futuro, lo que tenemos aquí es una intima crítica, no tanto a la sociedad misma, sino que a la forma en que los individuos se hacen cómplices de convertirse en esclavos de sus propias ambiciones. O al menos es la forma en que lo interpreto, humildemente. El ser humano, libre en esencia, se ha convertido en un otro, ajeno y cautivo, y que en realidad somos nosotros mismos, pero la metamorfosis ha sido tan completa que ni siquiera nos reconocemos, y solo queda la culpa por no haber aprovechado mejor nuestro tiempo.

Finalmente señalar que los cuatro cuentos señalados están disponibles para lectura en sus sitios de origen y la invitación es a leer (los enlaces en las referencias) y acercarse a la propuesta de Chen Qiufan y a la literatura de ciencia ficción china en general, que estoy seguro, seguirá dando que hablar.

Por Rodrigo Juri


(*) China en chino es 中国, «El Reino Interior», y por supuesto, es un juego de palabras con el «Mundo Interior» de J. G. Ballard.

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